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Por Rafael Alfaro Izarraraz
Columna:

Secreto a voces: Sheinbaum y el rechazo de lo monstruoso

Secreto a voces

2024-12-30 | 01:19 p.m.
Secreto a voces: Sheinbaum y el rechazo de lo monstruoso
Diario del IstmoDiario del Istmo

El rechazo de México a la importación de maíz transgénico es una acción que va en contra de lo monstruoso. El término de lo monstruoso es utilizado por el filósofo alemán Peter Sloterdijk. Lo anterior significa que la tecnología ha evolucionado a un punto en el que en manos de empresas multinacionales la tecnología se utiliza con fines de ganancia, sin que exista un control acerca de los límites que deben existir en cuanto a su uso. Los gobiernos de izquierda deben ser la potencia que le disputen a las multinacionales el uso ético de la tecnología y quienes deben ocuparse de actuar con responsabilidad ante la historia. 

El siglo pasado fue el siglo de lo monstruoso. No porque lo monstruoso no existiera en el pasado, sino porque a finales del siglo XX ocurrió una combinación en donde a lo monstruoso del pasado como las guerras de conquista coloniales, las guerras mundiales y la fabricación de bombas atómicas se ha sumado la irrupción de la tecnología como una amenaza contra la humanidad, aspecto inadvertido en la filosofía del progreso. China y Rusia son potencias que disputan la hegemonía a EU económica y militar, respectivamente, pero en términos del uso de la tecnología parece que no existen grandes divergencias, de momento.

El uso de la técnica ha sido parte de la existencia humana debido a que el entorno es el universo siempre cambiante, sin entrar en detalles sobre esto último que también tiene su resabio ideologico. Mujeres y hombres han vivido tratando de protegerse de todo tipo de peligros ya sean cotidianos (el frío, el calor, la lluvia, entre otros) o advertidos como riesgos temporales o que con el tiempo se pueden convertir en una amenaza real. Algunos filósofos le acreditan a la técnica la virtud de haber acompañado a mujeres y hombres el proceso de hominización. Sin la técnica la hominización hubiera sido imposible. Pues crear ambientes artificiales sin la técnica únicamente la magia o el circo.

Lo relevante ha sido la transformación de la técnica en tecnología, es decir, la acumulación sistemática del conocimiento técnico a un nivel tal que lo creado y constituido por la tecnología se ha convertido en un medio que ahora amenaza a la propia humanidad. No me refiero a lo que es obvio, como es hablar de la energía atómica, que es un punto central por supuesto, lo se quiere destacar que es que la tecnología se ha constituido en una amenaza no porque sea tecnología sino en razón del uso que le han dado quienes la controlan que son las empresas multinacionales y los gobiernos que las protegen.

El rechazo de Sheinbaum a la importación de maíz transgénico no es únicamente un asunto que tiene que ver con la defensa de la salud que representa el maíz transgénico, sino la monstruosidad de que se estén utilizando tecnologías para la producción de alimentos que implican un impacto en la salud humana y sin que al parecer nadie cuestione abiertamente a esas prácticas de lo monstruoso. Cómo es posible que por tener un acuerdo comercial con EU y Canadá se quiera obligar a la nación que aportó el maíz a la cultura alimentaria mundial, a ser coparticipe de una práctica monstruosa que va en contra de su historia y relevancia en este ámbito.

Inclusive México debería dejar de importar maíz amarillo transgénico que se utiliza para alimentar a los animales. La cohabitación milenaria con entre mujeres, hombres y animales, como los que se conocen como de patio o traspatio, pastoreo, debería de evitar que consuman ese tipo de maíz. La razón es muy simple, después de que hemos creado una cohabitación monstruosa porque convertimos a pollos, gallinas, guajolotes, vacas, entre otros, en pare de nuestra dieta alimentaria, todavía los alimentamos con un tipo de maíz que luego nosotros asimilamos al comer. Es una monstruosidad doble y al protegerlos nos protegemos en esta cohabitación monstruosa.

Esta monstruosidad de la cohabitación de la que los humanos han resultado aparentemente ganadores es un punto que poco se discute, pero que representa una gran afrenta para aquellos que nos ubicamos en la lógica humana. A mi me causa urticaria es de lo humano, la verdad. El comportamiento que hemos tenido con respecto a los animales es realmente innombrable, únicamente lo monstruoso es el espacio lingüístico en donde cabe en lo que hemos convertido esa cohabitación. Desgraciadamente, las empresas de granjeros devenidos en grandes empresas mundiales de la producción de "alimentos" no tienen ni una pizca de ética y se crían diariamente millones y millones de seres a los que se les sacrifica sin ningún escrúpulo.

Quienes se dedican a la cría de animales para su comercialización no tienen ética ni quienes los consumismos. No entendemos ni conocemos ni sabemos del dolor que viven los animales. Quienes han vivido cerca de los "mataderos" o llamados lugares de sacrificio de infelices vacas y cerdos, saben lo que es escuchar en las madrugadas el grito de auxilio y temor a la inevitable muerte de los animales que ocurre en los rastros municipales. La terrible muerte de ovejas que son casi vivas despojadas de su cuero con fines de lucro y de servir de alimento en restaurantes donde los platillos se cotizan como especiales.

El consumo de carne humana por humanos fue desterrada debido, en parte, a la necesidad de establecer ciertos tabús que le permitieran a mujeres y hombres la propia defensa de su existencia allá en la época en que los procesos de hominización requerían del respeto de los esfuerzos de algunos grupos por crear ambientes inmunes al mundo exterior, como el hecho de garantizar la reproducción. Creo que eso se puede hacer en la actualidad con respecto a la cohabitación entre seres humanos y los animales que son parte de la dieta alimenticia. Establecer una ética de respeto al sufrimiento y sentimiento animal ante el sacrificio de que son objetos de parte nuestra.

Por razones económicas y de compartimiento de mercados nadie nos puede imponer el que consumamos, a los hijos del maíz, a los que consideramos que sin maíz no hay país, un tipo de cereal que consideramos va en contra de nuestra cultura y que, sabemos, las implicaciones económicas y culturales que tendría para las comunidades indígenas y campesinas. Las semillas transgénicas vienen acompañadas de paquetes tecnológicos que se deben aplicar a su cultivo, imponiendo a los productores normas de producción que no se corresponden con sus tradiciones no sólo económicas (porque tienen que adquirir paquetes tecnológicos) sino también culturales.

La resistencia del gobierno mexicano muy concreta en torno a las semillas transgénicas es la defensa de la población, del pueblo, ante un fenómeno de mayor tamaño que es el uso de la tecnología en contra de la humanidad. Tecnología sobre la cual no existe ninguna defensa global más allá de los mecanismos instaurados por el propio TMEC que son formas de arbitrar dentro de la casa de quienes tienen el control de los juicios en contra de los países que han sido las naciones que culturalmente aportaron el maíz a la dieta de la población del mundo. Este último criterio debería ser suficiente como para que México estuviera protegido de esa autoridad cultural.

No todo lo que es producto de naciones altamente tecnologizadas es bueno para mujeres y hombres. La tecnología no es autónoma, tiene dueño. Y quienes ejercen el poder sobre la tecnología son mujeres y hombres que operan bajo la lógica de la ganancia y la imposición de formas concretas de poder, que se traducen en ventajas cotidianas de trato entre naciones y entre consumidores. Hemos llegado a un punto en el que la aplicación de la tecnología no significa ni avance ni progreso sino destrucción de la vida de mujeres y hombres. La decisión de la presidenta Claudia Sheinbaum va en la lógica de evitar que nos convirtamos en conejillo de indias de experimentos cuyas evidencias científicas nos advierten de sus riesgos.

El consumo de maíz transgénico no es solamente un asunto de poder de una nación sobre otra en materia alimenticia, sino también la imposición del uso de una tecnología de lo monstruoso.


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