Tuve la oportunidad de participar en un conversatorio organizado por la Cámara de Diputados, con la participación de los representantes en México del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL),donde se analizaron los diversos escenarios para nuestra región y los retos que tiene México y el mundo en la situación actual generada por el COVID-19.
Se habló de las características diferentes que tiene esta crisis con relación a la de todos los años atrás. No se tiene, aunque se iba caminando hacia allá (una muestra es lo ocurrido con el petróleo), una crisis extendida de sobre producción. Tampoco es una crisis alimentada por los excesos en el sector financiero, aunque éstos también se estén dando. No hay una crisis bélica generalizada ni una guerra comercial que cierre mercados enteros, - no obstante los focos rojos que existen en uno y otro caso-.
La naturaleza, de la cual la humanidad se olvida continuamente, nos ha puesto en cuarentena obligada, lo mismo a los países industrializados de punta como a las llamadas economías emergentes; y poco a poco causa mella también en las regiones con mayor atraso industrial. Es un hecho que la pandemia se ha extendido en donde es mayor el intercambio turístico, comercial y de negocios.
Como en épocas pasadas, las epidemias hacen sucumbir a poblaciones enteras bajo el yugo demoledor de contagios. Es cierto que hoy la ciencia está en mejores condiciones de responder a las interrogantes del caso; los sistemas de salud han avanzado con relación a siglos pasados; los cercos sanitarios tienen ahora el apoyo de muchas disciplinas científicas. Sin embargo, la naturaleza siempre se abre paso por donde la impulsa su lógica de desarrollo y pone en jaque al mundo que la civilización ha impuesto.
En un mundo globalizado, con tecnologías que acercan las distancias y las comunicaciones, una epidemia como la actual tiene mayor velocidad de propagación de un continente a otro. Lo que antes era el progreso de los contagios por décadas, y después por años, ahora sucede en unos cuantos meses.
La escala planetaria de esta pandemia, su virulencia y las medidas que se han tenido que tomar, nos mueve a repensar toda nuestra relación con la naturaleza, el modelo económico vigente, el orden internacional, los sistemas de seguridad social, la ética en la vivencia y sobrevivencia humana.
También es necesario repensar el papel de los organismos financieros y comerciales internacionales. Por ello una pregunta que hice en el conversatorio del que hablo es qué ofrecen actualmente el FMI, el BID y el Banco Mundial a todos los países, sobre todo a los que necesitan más urgentemente los apoyos, sin las condicionantes tradicionales que han puesto para otorgarlos, como sucede ahora con El Salvador.
Necesitamos repensar el papel del Estado y las políticas públicas. Hoy, la intervención del Estado se ha puesto nuevamente en primer plano. Ningún particular, ninguna iniciativa privada, puede sustituirlo para garantizar una estrategia eficiente ante la pandemia.
En México, la emergencia sanitaria nos encontró justo en el momento en que estábamos reformulando el papel del Estado y reconfigurando las políticas públicas. Poner en pie el sistema de salud universal fue el anuncio principal al inicio de año. En la Cámara de Diputados y, posteriormente, en el Congreso Constituyente, se aprobó recientemente la inscripción constitucional de los derechos básicos a la salud y al bienestar, mediante una reforma al artículo 4º. de nuestra Carta Magna.
La estrategia de combate al coronavirus, así como las medidas de mitigación de los impactos económicos, es muy distinta a la que se tomaban en la época en que el neoliberalismo se enseñoreaba en el país.
Después de esta pandemia todo se tendrá que repensar, tendremos que repensar el mundo y el modo de producción que hemos construido hasta el momento. Pero ya nadie tendrá argumentos para desvirtuar la necesidad de construir un Estado de Bienestar con un sistema de salud universal que nos permita protegernos de la acción demoledora de la naturaleza, cuando ésta acciona su propia lógica de desarrollo.
marco.a.medinaperez@gmail.com
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