Ciudades, submundos. Animus.




Ciudades. –Una ciudad narra, siempre, más de una historia. La historia visible, ¿cuál es? Hoy, sin duda, la del confinamiento, la del quédate en casa. Otras historias se hunden en la profundidad de esa historia que hoy todo inunda.

Sábado 16 de enero, mediodía, Independencia abierta, autos en el arroyo, cajeros automáticos, tiendas departamentales y unitarias funcionando. Un hombre del campo vende yuca y camote. ¿Habla solo o eso parece? Trae el cubrebocas mal puesto –dato, no juicio— habla, habla, habla. El interlocutor no es identificable pero puede ser usted, o yo, o cualquiera. “¿Cómo me voy a quitar de aquí si no he vendido nada’”, dice. Dice que dijo. ¿A quién le dijo?

Sábado 16 de enero, Allende cerrada en una larga fila de cruces, pero hay paso en Guerrero, Bravo, Hidalgo, Madero, 5 de mayo, Independencia, Zaragoza. El cruce de Cortés y 5 de mayo hacia la zona de mercados está cerrado al tráfico vehicular más no a los viandantes; el cielo gris preludia que en breve la temperatura irá a menos. ¿Qué será del vendedor de yuca en Independencia? ¿Del globero, del limosnero que afuera de Sanborns implora una ayuda? ¿Qué del organillero que carga y toca y el instrumento? ¿Qué será del ciego que ayudado por una bocina y varias pistas improvisa un karaoke itinerante y canta –con bien templada voz, hay que decirlo— para recibir en mano unas monedas que luego dará a la mujer que amamanta a un bebé sentada en el quicio de un local que hace mucho bajó sus cortinas?

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Submundo. – En el submundo paralelo que habitan, los políticos, las políticas y les politiques, andan ya desatados, desatadas y desatades. Se toman fotos con sus líderes –en sana distancia, por supuesto— asoman la cabeza –otra vez— vociferan –como siempre— hacen declaraciones insulsas –un día sí y otro también— y buscan la reelección legislativa –como si lo hubieran hecho tan bien— y ante la ausencia de rumbo, más de uno se piensa salvador de la patria, no importando si la patria es chica, mediana o grande, la cosa es salvarla, porque la patria, para ellos, siempre está en peligro. (El peligro son ellos, respetuosamente dicho).

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Animus.- ¿Quién habrá sido el personaje –breve ombudsman jarocho, además— que en la semana que recién empezó entró a una tienda de conveniencia, pidió una bolsa de plástico para sus productos e hizo un mohín de disgusto cuando le dijeron el precio y mal modiento contestó que ya sabía que costaba un peso? Nada nos cuesta, ser un poco menos belicosos con quien nos presta un servicio, que a lo mejor está doblando turno y tiene, igual que usted y el personaje de marras y el redactor de estos infolios, sus propios problemas, dicho sea esto, sin animus jodiendi.



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