Aunque la pandemia del Covid-19 fue una de las más grandes desgracias para la humanidad, también representó una oportunidad de creatividad y esmero para muchas familias.
Fue justo al paso de la emergencia sanitaria, por el año 2020, cuando nacieron las “mega-empanadas” a través de las manos de Erika López Álvarez, joven mujer que por sus venas corre el buen sazón heredado por una familia dedicada a la venta de “antojitos veracruzanos”.
Harina, masa, sal y agua, junto a la paciencia y saber calcular para alcanzar una consistencia que no sea ni muy rígida ni muy endeble, parte del secreto.
“De ahí se empieza a preparar el pollo o la carne; el queso o el jamón; la preparación nos lleva unas tres horas, también hay que preparar la salsa”.
Son de tres a cuatro kilos de masa, lo que casi a diario compra Erika para degustar a sus clientes allá en el fraccionamiento “Lomas de San Agustín”, en la congregación de San Pedro y sus alrededores.
“Mega-empanadas, empezó todo con lo de la pandemia, fue que decidimos poner un negocio familiar. La mayoría de las personas venden aquí las empanadas normales, entonces para hacer algo nuevo se nos ocurrió hacer las mega-empanadas”, recordó Erika, a cuatro años de distancia que inició el proyecto.
La comerciante afirma que el buen sazón viene de la herencia de su madre, mujer que durante gran parte de su vida se ha dedicado a la venta de comida.
Queso, crema, salsa roja y repollo, los aliados perfectos para este platillo que deleita a los paladares más exigentes en Cosoleacaque. ¿Y tú, ya las probaste?
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