Ya hemos expuesto que la política de las empresas multinacionales dedicadas a la producción de semillas transgénicas lo que pretenden no es alimentar a los pueblos que padecen hambre, sino controlar la producción de alimentos en el mundo. Eso es lo que está detrás de las campañas contra el hambre del pasado organizadas por la ONU/FAO desde los años sesenta del siglo pasado. El problema del hambre no es por falta de alimentos sino porque están mal distribuidos. Las personas que están cegadas por la creencia de que existe hambre deben recorrer los centros comerciales para darse cuenta que el hambre es resultado de la injusta distribución de los alimentos.
Pero en un país como México, en donde las comunidades tehuacaneras domesticaron el maíz para beneficio de la dieta alimentaria mundial, que se les haya clasificado como pueblos en pobreza, en pobreza extrema y con hambre, resulta algo más que una medida técnica. Se quería relacionar a la comunidad indígena, inventora del maíz, como una relación que no tenía justificación porque a pesar de haber sido sus domesticadores vivían con hambre. Entonces, era necesario que llegara a sus vidas la producción de alimentos con semillas transgénicas que, por cierto, no pueden competir con semillas cultivadas por comunidades que tienen cientos de años de prueba y error en ambientes inhóspitos.
El maíz fue domesticado originalmente por los popolocas, habitantes del Valle de Tehuacán, particularmente en lo que ahora es el municipio de Coxcatlán, fue utilizado como un símbolo de poder por los mexicas como se puede apreciar en toda la cultura alimentaria y mitológica sobre la gramínea. Los popolocas no obstante su esfuerzo por la domesticación de la gramínea, únicamente recibieron tratos despóticos por parte de los grupos dominantes mesoamericanos que los consideraron unos "tontos" e incapaces de pensar. Todavía existe actualmente una disputa entre grupos de poder locales que han distanciado a los del municipio de Tehuacán con los de Coxcatlán por adjudicarse la domesticación del maíz.
En las faldas de la Sierra Negra poblana (SNP) (yendo del Valle de Tehuacán hacia la parte alta de la sierra), se encuentra una de las cuevas, la del "ajuereado", como le llaman los habitantes del lugar, a un territorio de los más importantes de la historia de la agricultura mundial, cuya relevancia está vinculada a la domesticación del maíz, aunque no siempre apreciada. El área está en un olvido total. Ahí, en el municipio de Coxcatlán, en la década de los años sesenta, después de almorzar, cuenta Mac Neish (arqueólogo norteamericano, nacido en Nueva York, en 1918), un suceso de orden histórico fundamental para México y el mundo. Esto dijo sobre Pablo, uno de los campesinos contratados por él como ayudante de su equipo de trabajo:
"Pablo quien trabajaba en el estrato precerámico, extrajo una mazorquita de maíz no mayor a una pulgada de largo. Casi sin poderlo creer, me coloqué en el fondo de la excavación. Después de un corto periodo de trabajar con la cuchara y limpiar los desechos con una brocha, descubrí dos pequeños mazorcas de maíz. Sosteniéndolas en nuestras manos con una brocha, descubrí dos pequeñas mazorcas más. Sosteníamos los posibles ancestros del maíz domesticado moderno" (MacNeish, 1967: 12-13).
MacNeish relata lo ocurrido en la cueva del "agüjereado", que se encuentra en la comunidad de Tilapa, que pertenece al municipio de Coxcatlán. Era el resultado de los trabajos de investigación que llevó a cabo como académico de la Universidad de Texas (UT). Como arqueólogo estaba interesado en descifrar el origen de la agricultura y, de manera particular del maíz, y de esta manera contribuir a resolver una controversia que existía en torno al origen del maíz. Se creía que el maíz había llegado a Mesoamérica proveniente de Asia, traído por los grupos humanos que emigraron hacia el continente; o bien, que había llegado de América del sur, como muchos otros cultivos y cerámicas. Sus trabajos en el Valle de Tehuacán, proporcionaron información acerca del origen, domesticación y cultivo del maíz, el fríjol, la calabaza, chile, amaranto, agave, aguacate, ciruela, zapote, algodón, tomate, guayaba y cacahuate, entre otros, en un tiempo aproximado de 12 mil años.
Los anteriores elementos nos proporcionan algunos datos que hablan acerca de la relación que los grupos prehispánicos de esta región con los ecosistemas y el adjudicarse la domesticación del maíz. Al respecto dice Ángel García Cook que: "Se tiene la impresión de que el desarrollo de la civilización y la más efectiva producción de alimentos en Mesoamérica no se deben a una sola evolución de fases de desarrollo de cultura y subsistencia, sino más bien a una serie de procesos concomitantes de diferentes zonas ecológicas que interactuaron y se estimularon entre sí, de tal manera que influyeron en el desarrollo cultural e incrementaron la efectividad de la producción de alimentos...".
Con respecto al maíz, de acuerdo con García Cook, diferentes zonas y regiones se combinaron para que finalmente esta gramínea tomara el lugar como uno de los alimentos más importantes de la región ampliada al área mesoamericana, de los valles y hasta algunas áreas de las montañas sobre todo de la parte sur. Pero de lo que no cabe duda es que su domesticación se le atribuye a los grupos que originalmente habitaron el VT, de acuerdo a las evidencias agro arqueológicas encontradas por MacNeish en la cueva del agüjereado, en el municipio de Coxcatlán.
En sociedades jerarquizadas como la tehuacana, que fueron conquistados e incorporados como parte del imperio mexica, el maíz fue contemplado como parte de la cosmovisión de los grupos nahuas. De tal manera que, al igual que las castas y su relación con la "vaca sagrada" en la India o la cabra y la oveja entre las tribus israelíes, los mexicas se adjudicaron, como parte de las valoraciones que se hicieron desde el poder, el advenimiento divino de esta planta. La importancia que adquirió el maíz sirvió para marcar un antes y un después, tiempo en el que a través de la caza muchas de las especies se extinguieron.
Actualmente, en sierras y montañas donde habitan comunidades indígenas, el rendimiento de la producción de maíz es bajo. Se cultiva en pequeños espacios que han sido rescatados por las comunidades en las alturas. El maíz que se produce apenas es suficiente para cubrir una parte de la dieta de este cereal. El resto lo compran en las tiendas, entre ellas el que se vende en los establecimientos gubernamentales del bienestar antes Diconsa o de familias que tienen tiendas particulares. Una parte del año acuden como jornaleros agrícolas en diferentes lugares del país, como es el caso de los de la Sierra Negra en donde son contratados como jornaleros agrícolas y los "llevan" al norte del país.
México debería ser una potencia en producción de maíz y de cualquier maíz porque cuenta con la tecnología y la experiencia de las comunidades indígenas y campesinas que lo domesticaron y lo han cuidado por siglos. Durante el periodo neoliberal la producción del maíz sirvió para beneficiar a los productores de este grano ubicados en el norte del país, trasladando recursos financieros hacia productores rentistas y grandes propietarios de tierra que producen maíz para exportarlo y no para el consumo del mercado interno. Las estrategias de producción de maíz de la 4t deben contemplar que una parte del país se produce maíz en las comunidades que no se hace con la intención de llevarlo al mercado.
Finalmente, la persistencia del maíz como parte de la cultura local es también una garantía de la persistencia de la comunidad indígena muy distinta de la comunidad occidental, pues sin maíz no hay país, eso está claro.
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