PERDÓN POR EL CORDERO DE DIOS (Parte uno)

2023-09-26 | 06:50 p.m.

El perdón es la acción de eximir a una persona de una condena. Eximir al hombre, o liberarlo de la culpa del pecado, fue el resultado del sacrificio del Mesías, el enviado de Dios, para morir en la cruz.

Hay personas que dicen que no hacen maldad alguna, que no dañan a nadie, sin embargo, la palabra de Dios dice: no hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.

Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan.

Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos. (Romanos 3:10-18).

Todos aquellos que no se han acercado al Señor arrepentidos de sus pecados están, lamentablemente, bajo pecado por esta verdad que cita el apóstol Pablo.

Sin embargo, muchos dirán, yo soy bueno y no hago daño a nadie, y creo no tener pecado. Pero, ¿Que dice la Escritura? Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no tenemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. (1 Juan 1:8-10). Dar señales de buenas obras no exime de los pecados que militan en la carne.

Los pecados nos llevan a la muerte espiritual, y estando muertos por el pecado, nuestros actos de justicia son como trapo de inmundicia. (Isaías 64:6).

Es el pecado original que lleva cautivo al hombre a volverse en contra de los preceptos de Dios.

El apóstol Pablo en la carta a los romanos declara que como el pecado entro en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (Romanos 5:12).

Después de la caída de Adán, El pecado pasó a toda la raza humana, y el hombre fue constituido un pecador y estaba condenado a muerte.

Esta muerte que viene por el pecado, no era una muerte física, sino una muerte espiritual. Pero Dios no quiere la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su mal camino, y que viva. (Ezequiel 33:11).

Por esta razón, Dios mandó a su Hijo Yahshua para rescatar las almas perdidas por el pecado. El apóstol Juan declara: y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. (1 Juan 2:2).

Dios determinó, en su misericordia, perdonarnos por amor, enviando a su Hijo a morir en la cruz por nuestros pecados y otorgarnos el perdón y vida eterna.

La carta a los Efesios declara: en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia. (Efesios 1:7).

Dios el Padre nos otorgó el perdón por la muerte de su Hijo por el derramamiento de su sangre en la cruz. El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Yahshua se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Yahshua es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:6-11).

En el antiguo testamento Dios establece leyes para preservar la pureza espiritual, moral y física del pueblo; e instrucciones sobre cómo vivir una vida santa por medio de sacrificios y adoración.

Estableció también ofrendas y una de ellas era la ofrenda por el pecado, que demandaba que cuando alguien pecara, debía llevar delante de Dios un becerro sin defecto para expiación, y poner su mano sobre la cabeza del becerro transfiriéndole sus pecados, y lo degollara delante de Dios.

Y el sacerdote ungido tomaría de la sangre del becerro, y la llevaría al tabernáculo de reunión; y mojara el sacerdote su dedo en la sangre, y rociara la sangre siete veces delante de Yahweh, hacia el velo del santuario.

(Levítico 4:1-6). En la ley, cuando alguien pecaba, debía ser castigado con muerte, por lo cual se obligaba el pecador llevar ante el altar de Dios su ofrenda por el pecado cometido.

La ofrenda por el pecado significaba que el becerro sin defecto ocupaba el lugar del pecador, el becerro es quien moría en lugar del pecador.

Pero antes, el pecador tenía que reconocer y admitir su culpabilidad y pecado. Debía reconocer que había transgredido las leyes de Dios, y que estaba en falta ante Dios y llevar al animal para sacrificio.

Esta ofrenda de sacrificio, era un simbolismo, ya que en realidad el animal no tenía la validez legal ante el sistema judicial de Dios para recibir el castigo y sentencia en sustitución de un ser humano, porque la sangre de toros y machos cabríos no puede quitar los pecados del hombre. (Hebreos 10:4).

Sin embargo, es muy importante conocer este concepto de la expiación y del sacrificio del cordero, porque es la clave para entender el sacrificio que vino hacer el Señor Yahshua en la cruz para que el Padre nos otorgara el perdón y la salvación.

Era necesario conocer lo que demandaban las ofrendas expiatorias por el pecado en la ley, para entender y comprender la ofrenda que venía hacer el Hijo de Dios por los pecados del hombre.