Sin más preámbulos, continuemos con el estudio de nuestro sub-tema la Nueva Jerusalén. Después de describir las características y posición de las puertas del muro de la ciudad, el apóstol Juan, pasa a hablar de sus cimientos diciendo:.
Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. (Apocalipsis 21:14). Es interesante notar la combinación de los nombres de las doce tribus de Israel con los de los doce apóstoles que encontramos en las puertas y el cimiento del muro.
Se subraya con ello que ambos son diferentes pero complementarios. Si las puertas nos sugerían un camino de entrada, los fundamentos tienen que ver con el principio y origen de un edificio y la estabilidad, solidez y permanencia de este. Esto nos habla de lo que ellos representaron y enseñaron.
En este sentido, es interesante considerar la referencia que el apóstol Pablo hace al respecto, la Escritura dice: edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Yahshua mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor. (Efesios 2:20,21).
Lo siguiente que se nos dice de la Nueva Jerusalén son sus medidas: Juan explica: El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel. (Apocalipsis 21:15-17). El apóstol Juan nos presenta una grande ciudad que la mente humana no alcanza a imaginar. Notemos que tanto su longitud, altura y anchura son las mismas, doce mil estadios.
Esto equivaldría aproximadamente a unos 2.200 kilómetros. Teniendo esas grandes dimensiones la Nueva Jerusalén, ni por un minuto dudamos en lo que dijo el Señor: en la casa de mi Padre, muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. (Juan 14:2).
Pero hay otro detalle que no debemos pasar por alto: la nueva Jerusalén es cúbica. Esto puede indicar perfección, pero también nos recuerda al lugar santísimo dentro del hermoso templo que Salomón construyó.
El lugar santísimo estaba en la parte de adentro, el cual tenía veinte codos de largo, veinte de ancho, y veinte de altura; y lo cubrió de oro purísimo; asimismo cubrió de oro el altar de cedro. (1 Reyes 6:20).
Esto nos da a entender que la santa ciudad fungirá como tabernáculo teniendo la experiencia constante de la presencia de Dios. (Apocalipsis 21:3).
Las últimas medidas que se dan corresponden a las del muro que son ciento cuarenta y cuatro codos (Apocalipsis 21:17) esto equivale aproximadamente a unos sesenta y cuatro metros de altura, que no sería tan alto como para no dejar ver la ciudad desde cualquier ángulo.
Después se describen los materiales del muro, la ciudad, sus cimientos y sus puertas. El muro era de jaspe, la ciudad de oro, los cimientos del muro de piedra: Jaspe, zafiro, ágata, esmeralda, ónice, cornalina, crisólito, berilo, topacio, crisopraso, Jacinto y amatista según el orden establecido, y se nos dice que las puertas serán de perlas, y las calles de oro. (Apocalipsis 21:18-21). Una sorprendente visión nos muestra el apóstol Juan llena de resplandecientes brillos de la gloria de Dios manifestada en cada detalle de la ciudad.
Piedras preciosas para adorno de los muros, nos llevan a conocer que tan grande es el amor de Dios hacia sus hijos. Esta era la forma en la que Dios había prometido que edificaría a Israel. Su palabra dice: Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo; he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre carbunclo, y sobre zafiros te fundaré.
Tus ventanas pondré de piedras preciosas, tus puertas de piedras de carbunclo, y toda tu muralla de piedras preciosas. (Isaías 54:11,12). Que impresionante será esta ciudad, una estructura radiante y hermosa, una ciudad llena de luz y color.
De la misma manera se nos dice que cada puerta de esta ciudad será una perla. En el Medio Oriente las perlas eran consideradas uno de los tesoros más maravillosos que una persona podía adquirir, por lo que su precio era grande.
En la parábola de la perla de gran precio, el Señor dice que el mercader habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró. (Mateo 13:45,46).
Como el valor de la perla, así es el inmenso valor que el reino de los cielos tiene por la vida del hombre. Posteriormente se nos habla también de las calles: Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
En la nueva Jerusalén cada detalle será asombroso, aquí hay una asociación con el templo que el rey Salomón construyó. En él los sacerdotes caminaban sobre pisos de oro (1 Reyes 6:30) como será en las calles de la nueva Jerusalén.
Esta ciudad celestial a la que somos llamados a vivir por toda la eternidad, es la consumación plena de lo que en pequeña escala se nos mostró en el antiguo templo de Israel.
Juan pasa de la descripción de la hermosura de la nueva Jerusalén, a la presencia de Dios en ella (Apocalipsis 21:22) que es la verdadera causa de su gloria. La presencia del Señor Dios Todopoderoso en ella hace que toda la ciudad se convierta en el nuevo templo de Dios.
Toda la ciudad es el verdadero lugar santísimo. Esa es la razón por la que Juan no vio en ella un templo como siempre hubo en la nación de Israel. En la nueva Jerusalén cada creyente estará constantemente en la presencia de Dios en una comunión santa y perfecta con él, como cuando Adán y Eva se paseaban por el huerto del Edén a la luz del día en la presencia de Dios antes de la desobediencia. (Génesis 3:8). Continuará.
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