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Esperanza en tiempo del coronavirus

2021-01-03 | 08:15 a.m.
Diario del IstmoDiario del Istmo

–¡Qué catástrofe tan fuerte está viviendo el mundo! –Dijo la afligida voz del pequeño.

–¿El mundo, Benito? Claro que no, ¡el mundo está feliz! Por fin le dieron una tregua.

–A… a… ¿a qué te, te refieres? –Cuestionó sorprendido, desde el rincón, otro compañero.

–Vamos muchachos, con ustedes siempre es lo mismo, ¿no lo comprenden? Lo suponía. Como yo soy el jefe, me toca explicarles todo: ante la ausencia de la gente, en Cancún ¡apareció un jaguar en un hotel! Es un felino, bien saben a lo que me refiero. Rara vez se les ve ni en la propia selva. Tres ejemplares de hocofaisán cuyo hábitat está en amenaza, muy campantes en parque Kabah; una tortuga Laud fue a desovar en plena zona hotelera, ahora vacía, ¡son animales en peligro de extinción que regresan! En los canales de Venecia los delfines bailan de contento; aquí mismo, en el Puerto de Veracruz, llegó un tiburón toro… aunque para su mala fortuna, fue muerto por pescadores. Ballenas en el Puerto de Acapulco; mantarrayas en Punta Cocos, Quintana Roo; ciervos paseando en las calles de Nara, Japón; monos ocupando las calles en India; en Haifa, Israel, los jabalíes pasean a sus anchas por los jardines de las viviendas; un puma en las calles de Chile; cabras en el Reino Unido. ¡Los animales están recuperando su casa! Eso nos debe hacer reflexionar acerca de la convivencia y el respeto de todos los que habitamos este hermoso planeta. La Nasa informó que la Tierra está más verde y con más flora que hace ¡veinte años! Vaya, hasta la capa de ozono se está regenerando por sí misma. Así es que, amigos míos, el mundo está de fiesta.

–Pero la gente la está pasando muy mal… ¿quién generó este apocalípsis? Que si el coronavirus fue ocasionado por un murciélago, que si Estados Unidos lo creó y plantó en Wuhan, que si fueron los Chinos, que si fue por el poder económico, que si sus guerras biológicas, que si fue por ir en contra de las reglas de la naturaleza… ¿qué más da? Sea como sea, yo creo que el hombre no se cansa de rebasar sus propios límites.

No quiero ni imaginar si el coronavirus, u otro virus que la ambición del ser humano genere, tuviera la capacidad de volar libre por el aire… todos moriríamos, ¿acaso pensarán en eso? ¡Es tiempo de recapacitar!

–Así es. Mira los rostros de melancolía de los vecinos que se asoman tras la ventana de aquellos apartamentos; saben que deben quedarse en casa, y que, guardando la sana distancia, se cuidan unos a otros; extrañan visitar a los abuelos, tíos, primos y nietos; convivir, reunirse, tomar el café, cantar y bailar juntos, festejar, reír, abrazarse, besarse… la familia, los amigos, es lo más valioso que existe, eso hace grande a la humanidad.

–Sí, sí, sí, pero ahora están ju, juntos y seguros en ca, casa, ¿no? Hasta escu, cu, ché a muchos que, vo, vo, volvieron a enco, contrar, a ami, amigos, de la, la infancia.

–Muy cierto, ayudados por la tecnología para comunicarse entre sí, ¡lejos pero unidos!

–No es momento de llorar por lo que estamos perdiendo, es momento de valorar y agradecer lo que tenemos, compañeros.

–Es verdad, Cucho, pero pensándolo bien, ¡yo no quiero que todo vuelva a la normalidad!

–Benito, Benito, vamos amigo, te veo muy triste, ¿a qué te refieres? –Increpó el jefe.

–Es que, –la aguda voz de Benito se ahogaba entre suspiros– si todo vuelve a la normalidad, entonces quiere decir que el hombre seguirá destruyendo al mundo, acabando con los animales, talando bosques, peleando por el poder y el dinero, matándose entre sí con sus interminables guerras.

La normalidad del hombre tiene aspectos que me dan mucho miedo… ¡Mira don Gato, debajo de esos guantes y cubre bocas, reconozco al oficial Matute!, y si le preguntamos ¿qué piensan hacer los humanos ahora que se recuperen del coronavirus? Estoy seguro que entre todos podemos encontrar la solución.

–¡Muy buena idea Benito Bodoque! Queda mucho por aprender y la pregunta es ¿habrán comprendido la lección? ¿o necesitarán una más fuerte?

–Ti, ti, tienes razón –musitó Demóstenes desde su rincón.

–¡Ánimo muchachos, ánimo! –tronó radiante la voz yucateca de Cucho– ¡Claro que podrán salir adelante! ¡No me cabe duda de que habrán recapacitado! 

–Ellos, como yo, son muy besucones, les gusta apapacharse, aman a la familia, a los amigos y seguro, también extrañan estar con su amada… así es que Au revoir.

El enamoradizo Panza, trepó hacía la azotea; el viento, juguetón, volaba su bufanda blanca acompañando el alegre cantó de sus versos preferidos “cuando la luna se pone re grandota, como una pelotota, y alumbra el callejón. Se oye la risa, de un triste gato viudo, y su lomo se eriza con horror”… Iba ensayando sus mejores pasos de conquista cuando de pronto ¡oh, no! ¡Se desprendió el tejado y cayó desde el segundo piso! ¡Miauuuu! Toda la pandilla de don Gato se tapó los ojos y dio por perdida una más de las siete vidas de su peludo compañero… mas de pronto, corriendo a toda velocidad, dejando atrás su propia existencia si fuera necesario, Matute se arrojó en clavado para cachar a Panza justo antes de que se hiciera añicos contra el cemento.

–¿Estás bien, amigo? –Preguntó Matute sosteniéndolo en brazos, sin siquiera notar que su uniforme se había desgarrado y sangraba de rodillas y codos.

–¡Bravo Matute, bravo! –Maulló a coro la pandilla.

–Don gato hizo tronar la tapa del bote de basura, –¡tras él, muchachos!

Lo cargaron en hombros internándolo en el callejón y mientras festejaban a su héroe, don Gato, levantando con el dedo índice la punta de su sombrero, dijo a sus felinos secuaces:

–¿Lo ven compañeros? Matute y los de su especie, puede que sean tercos, obstinados y hasta tontos, pero en el fondo son nobles y de gran corazón. Cuando todo esto pase, el re encuentro los unirá como nunca, habrá más confianza, se ayudarán unos a otros sin importar color, frontera o riqueza.

–¿Qué te hace pensar eso, don Gato? ¿Por qué habría de ser ser así si el egoismo, los intereses, el poder, el dinero, siempre están por delante de la vida misma? Siendo honesto, yo no lo creo ni tantito. –Vaticinó Matute mirando al suelo.

–¿Por lo menos podrían dejar al mundo en paz? Los animales están felices… –suplicó Benito.

–¡Vamos oficial Matute!, –interrumpió Espanto–. ¡Fe compañero! Ahora valoran más al mundo, deles por lo menos el derecho de la duda, crea en esa frase que luego ustedes mismos andan pregonando “hay más buenos que malos”. ¡Arriba ese ánimo que seguro lo lograrán!

–Mu, mu, muy cierto –remató Demóstenes parpadeando– po, po pronto estaremos de nuevo ju, ju juntos… y ya, ya, ya lo veremos.

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