El rencor quita la paz

El rencor es un mal que nos aqueja a todos los humanos. El rencor no da espacio a las cosas buenas que llegan a nuestra vida, nos quita la alegría, nos aísla de Dios y la familia.

Existe una memoria del rencor difícil de extirpar. Por lo tanto, es necesario deshacernos de él, de lo contrario nos ira causando graves problemas.

La manera como éste comienza es con resentimiento hacia alguien que nos hizo enojar y va creciendo como una “bola de nieve”. Cuando nos damos cuenta, ya no podemos controlarlo.

Rencor.

Frida Kahlo escribió: “Madurar es aprender a querer bonito, extrañar en silencio, recordar sin rencores y olvidar despacito”. El rencor crea una terrible amargura, misma que se lleva hasta la tumba. Lo triste de quienes no han sabido cultivar una buena relación es que el día de su partida no se llevan, ni dejan un buen recuerdo.

Que triste que cada día hay más parejas que se están divorciando.

En el tiempo crítico de la pandemia, cuando estas tuvieron que convivir más tiempo juntos, pasaron por momentos de enojo que, aunque muchas veces fue algo insignificante, no lo pudieron arreglar y dieron lugar a la ira, lo cual trajo como resultado resentimiento, causando el rompimiento. Jesús dijo: “No se ponga el sol sobre vuestro enojo.” Esto quiere decir, que no se debe terminar el día sin haber buscado la reconciliación y la paz.

¡Qué hermoso es vivir nuestra vida sembrando amor! Cuando se hace, no se da lugar al rencor y la cosecha será muy buena, de eso estemos seguros. ¿De que sirve vivir el rencor cuando este es un obstáculo en cualquier relación? Dios nos tiene preparadas cosas muy agradables.

El rencor es como un hongo que se va extendiendo por las predes de nuestro organismo y si lo estamos alimentando nos puede llegar a causar la muerte. Según algunos médicos hay emociones dañinas que pueden ocasionar o ser algunas de las causas del cáncer.

Por eso, es necesario reflexionar: ¿vale la pena albergar este sentimiento tan dañino? No vale la pena. Dios es amor y la Escritura dice: “EL que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.” En Su ser no existe ese sentimiento mal sano. Él nos manda a perdonar y a amar a nuestro prójimo.

Por lo tanto, no perdamos tiempo de nuestra vida en odios ni rencores que no aportan nada a nuestra vida, pero si dañan y deforman nuestra mente y corazón.

Una persona rencorosa nunca llegará a tener una buena relación con nadie porque siempre pondrá obstáculos para relacionarse. Hay que deshacernos de ese lastre que no nos deja nada positivo.

Comencemos por perdonar las ofensas recibidas. Solo pensemos que nosotros también en algún momento hemos ofendido a alguien. Dejemos a un lado el rencor que nos quita la paz. Dios nos ayudará a lograrlo si lo hacemos con todo nuestro corazón.