La poesía siempre es un cantar, un pedazo de baluarte que nunca se eclipsa y aunque los árboles caigan en el diario de la oscuridad, sobre el arpegio que nos ocasiona escuchar hacia el introito de imágenes poderosas y sublimes.
Toca presentar con infinito gusto el libro “El deseo es una lámpara que no alumbra” de Ignacio Ruiz-Pérez ganador del Premio Nacional de Poesía Juan Eulogio Guerra Aguiluz convocado por la Universidad Autónoma de Sinaloa en 2021.
El poeta y ensayista chiapaneco, muy ligado a Veracruz; desde sus inicios cuando estudio la Licenciatura Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Veracruzana, desde su primer libro “Ejecuciones” editado por la Editora de Gobierno del Estado de Veracruz, el cual es una voz testimonial de la virtud poética y quien tiene en su haber certámenes como el Premio Nacional de Poesía Alí Chumacero, el Premio Nacional de Poesía José Gorostiza, el Premio Regional de Poesía Rodulfo Figueroa, Premio Nacional de Literatura Salvador Gallardo Dávalos, el Premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardoza y Aragón, el Premio Internacional de Poesía León Felipe y el Premio Nacional de Poesía Óscar Oliva.
“El deseo es una lámpara que no alumbra” muestra con fortuna el misterio de una oscuridad que duele y que va creciendo como un tumor, mientras el lector va adentrándose a las imágenes que resultan un filo, cortando con sutileza la pupila.
La obra comprende tres secciones “Parábola del frío, Materia Indiferente y Torvo es el deseo”, estos tres poemarios son el resultado del trabajo y el oficio poético.
En Parábola del frío, Ignacio comienza su canto, cercano a una estructura de lamento: “Vuelvo al amanecer grave, /oscuramente/ y vuelvo porque lo que digo es una pregunta/ que abre mi mano y me prohíbe tocar/ el alba que se detiene en mi ventana y no pide permiso/ porque carece de lengua”.
Dejándose llevar entre versos, el lector puede sentir el quebranto con el que se inicia en una forma de conjuro y los días que lo niegan. José Carlos Becerra atestiguó en instantes lo que la muerte signó en su obra, ocre primigenio que atisba sin pesadez su obra y esto al poeta le ha servido como beta para bosquejar entre las páginas cada verso.
Ruiz Pérez oscurece e intuye la fronda, la lejanía, y el asombro cuando una plegaria se asume verso impostado en el párpado de poeta: “Abro la puerta, la cierro, oscurezco al amanecer/siento lo que siento que no siento/y aun sintiendo lo que no siento el rumor del agua es unánime” (…)
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