Armando Panes



Armando Panes

Por: Iván Landa Dominguez

A ver, que pase el hijo del doctor -dijo tu profe de español. Y allá vamos, desde tu cómodo lugar al fondo del primero "D", los del peor puntaje en el examen de admisión a la MAG – Margarita Olivo Lara- recalaban en el grupo "D", muy lejos del grupo "A", donde impartía cátedra el director, ni más ni menos; en fin, avanzando con paso más bien temeroso llegabas al frente del grupo, subías a la cátedra hasta quedar justo delante de aquellos pizarrones negros o verdes, donde únicamente se podía escribir con gis (que podía ser blanco y de otros colores).

Es cancerígeno -se quejaba El Ganso, el profe de Álgebra; y mostraba las manos llenas de un polvo parecido al talco, luego de sacudir el borrador en la pared.

A veces, cuando daba la clase, todo salía perfecto, pero no siempre. ¿Recuerdas cuando se le ocurrió que leyeran el periódico o vieran la televisión o leyeran la enciclopedia denominada El tesoro de la juventud, porque tarde que temprano, todos, van a pasar al frente a contar una anécdota, interpretar una canción, comentar una noticia, contar un chiste?

¡Puf! Pasar al frente era como estar delante del pelotón de fusilamiento, ¡qué nervios! Te temblaban las rodillas, se hundía el suelo bajo tus pies.

¿Tú, nervioso? ¡Qué va, señor templanza! Lo que pasa es que, en aquellos años de secundaria, era lo que se dice un chico tímido. Y, como es sabido, el tímido es el que tiene miedo a vivir, el autonegado. Por eso, tu padre te jalaba las orejas y te decía casi desesperado: "¡El mundo es de los audaces!".

Pero no, por callado, la etiqueta que te puso tu profe de español fue un sinónimo menos común: introvertido. Hubo suerte, porque los bárbaros de la clase no sabían lo que denotaba y no te molestaron por eso.

La verdad es que el adolescente está expuesto a decisiones difíciles y grandes descubrimientos cuando no tiene ni experiencia ni criterio, algunos se pierden definitivamente en los laberintos del sexo mal hecho, el consumo inmoderado de alcohol y otras malditas drogas.

Armando Panes

Casi tropiezas con mi mentor cruzando la Plaza del Maestro del camellón de la avenida Independencia, una mañana que caminaba distraído. No se le parece en nada al busto que le hicieron. Además, le faltan los lentes.

La última vez que lo vi, el profe se asomaba por el balcón del tercer o cuarto piso del bloque sur de departamentos de la calle 16 de septiembre, entre Hidalgo y Juárez.

Ya para entonces, al filo del milenio, debía sentir el tedio del jubilado; él, acostumbrado a impartir cátedra dentro y fuera de las aulas. Tú ya no eras "el hijo del doctor", sino un tipo cualquiera que caminando por la acera ha saludado con el brazo en alto.

Para alcalde

Quiso ser alcalde de Coatzacoalcos (dos veces), pero no lo dejaron. Uno quiere tantas cosas, que, si fuera de querer y ya, sería facilísimo, nada más habría que tener cuidado con lo que se desea. Pero la verdad es que, hace falta algo más que el mérito propio: voluntad, carácter, fortuna, tiempo.

En fin, hay que saber llegar. Y llegó: parecía más político que pedagogo. Por lo menos, tenía más cultura y modales que la persona pública promedio. Pues, se normaliza la mala vida, la ignorancia y la mediocridad. Ahora los burros llegan a presidentes.

Sin desarrollo político no hay ningún desarrollo. Aquí y en China. A veces es un virus, a veces es la criminalidad. "La dignidad ni se alquila ni se vende" aún resuena en tu memoria.



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