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ADULTERIO ESPIRITUAL (Parte dos)

UN RAYITO DE LUZ EN LAS TINIEBLAS; ADULTERIO ESPIRITUAL (Parte dos)

Coatzacoalcos | 2024-01-09 | Victor e Irsa Domínguez Compartir FacebookCompartir TwitterCompartir WhatsappCompartir Telegram
ADULTERIO ESPIRITUAL(Parte dos)
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¡Cuán inconstante es tu corazón, dice Yahweh el Señor, habiendo hecho todas estas cosas, obras de una ramera desvergonzada, edificando tus lugares altos en toda cabeza de camino, y haciendo tus altares en todas las plazas!  Y no fuiste semejante a ramera, en que menospreciaste la paga,  sino como mujer adúltera, que en lugar de su marido recibe a ajenos.

A todas las rameras les dan dones; mas tú diste tus dones a todos tus enamorados; y les diste presentes, para que de todas partes se llegasen a ti en tus fornicaciones. Y ha sucedido contigo, en tus fornicaciones, lo contrario de las demás mujeres: porque ninguno te ha solicitado para fornicar, y tú das la paga, en lugar de recibirla; por esto has sido diferente. (Ezequiel 16:1-34).

Este desapruebo de Dios para con su pueblo Israel, también se le atribuye a todos aquellos que conociendo el nuevo pacto de Dios, han sido infieles adulterando espiritualmente.

Así como Yahweh Dios obró con su pueblo Israel y entro en pacto con él, Dios, por amor,  entró en pacto con nosotros para que seamos llamados hijos de Dios; enviando a su Hijo Yahshua como propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. (1 Juan 3:1; 2:2).

Dios nos hizo vivir y nos hermoseo con su hermosura. Por causa de nuestras abominaciones, en Dios hemos  alcanzado  misericordia, Él nos amó de pura gracia.

Dios se reveló al mundo perdido, sucio en sus pecados, llenos de maldad e iniquidad  para darnos vida. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito; para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, más tenga vida eterna. (Juan 3:16).

Dios, a través de su Hijo Yahshua marcó un tiempo de amores para nosotros.  El Señor extendió su mano de poder y nos limpió  de todas nuestras inmundicias con el agua limpia de su palabra. (Juan 15:3).

Cuando estábamos desnudos por nuestros pecados el Señor nos arropó con su gracia y nos salvó de la ira del Padre. (Efesios 2:8). Fuimos ante sus ojos hermosos. 

Nos ungió con el aceite del Espíritu Santo. (Hechos 11:15,16). Cambió nuestras ropas sucias y raídas del pecado por lino limpio y resplandeciente. (Apocalipsis 19:8). Puso corona de gloria sobre nuestras cabezas. (Salmos 21:3). Y puso cetro de autoridad en nuestras manos. (Lucas 10:19).

Por la sangre derramada de su Hijo Yahshua en el madero, recogió el manto de inmundicia que era sobre el mundo pecador y nos hizo perfectos a causa de su hermosura que puso sobre nosotros.

Ahora, para aquellos que hemos creído en la obra redentora de su Hijo Yahshua, somos conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios. (Efesios 2:19).

El Señor entró en pacto con nosotros, Él hizo un compromiso por medio de su Hijo Yahshua para salvación nuestra a cambio de nuestra firma de fe.

En la Biblia, el pacto se usa a menudo para describir los acuerdos que Dios ha hecho con diferentes personas, donde Él ofrece promesas maravillosas y pide que se obedezcan ciertas reglas a cambio. Pero, si bien Dios pide obediencia, sus promesas siempre sobrepasan la recompensa.

ADULTERIO ESPIRITUAL(Parte dos)

En realidad, las promesas de Dios no son el pago por los esfuerzos humanos de estas personas, sino más bien una demostración de su amor. Y los pequeños requerimientos que Dios tiene también están motivados por ese amor. Las leyes de Dios fueron creadas para nuestro beneficio; ¡obedecerlas y amar a quien las creó trae bendiciones automáticas! Entonces, es totalmente lógico que Dios nos pida obediencia y lealtad.

El Señor Yahshua vino a la tierra para firmar un Nuevo Pacto con su sangre a través de su misericordioso sacrificio; Él pagó la pena de muerte que toda la humanidad merecía por sus pecados e hizo posible que nuestros pecados sean perdonados si nos arrepentimos.

Esto a su vez permite que Dios nos ofrezca su Espíritu Santo, lo que da comienzo al proceso de transformación y regeneración en nuestro corazón, de tal forma que podemos internalizar y obedecer las leyes buenas y provechosas de Dios con un amor fiel que no podríamos tener sin su Santo Espíritu. (Hebreos 10:16-17).

En el Nuevo Pacto, Dios no sólo nos promete la vida eterna, sino que además nos da la ayuda espiritual que necesitamos para poder cumplir nuestra parte del acuerdo. Sin duda, es absolutamente absurdo pensar que podríamos ganar el perdón o la vida eterna por nosotros mismos, pero aun así Dios nos pide obediencia, como un padre, por nuestro propio bien.

Él sólo dará vida eterna a quienes decidan  seguir su camino, no a aquellos que escojan el camino de la idolatría, del egoísmo y la rebeldía. A pesar de la gran salvación en el nuevo pacto, parece que la humanidad está confiada, y está procediendo como el pueblo de Israel, porque  ha quebrado el yugo, ha roto el pacto,  ella busca fornicar y adulterar con las cosas del mundo. La humanidad antepone sus deseos carnales a los mandamientos de Dios.

Ha quitado de su corazón a Dios y a puesto en su lugar a sus ídolos. Sus deseos están ahí, en la idolatría y en los deseos carnales de su corazón, en todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría. (Colosenses 3:5).

La humanidad no obedece;  prefiere irse tras lo que sus ojos desean; ha caído en adulterio espiritual, y no procura la prosperidad de su alma. El mundo que el Señor Yahshua limpió con su sangre se ha prostituido y ha fornicado con muchos ídolos; ha elaborado altares para ellos y ha fundido oro para sus  imágenes y colgárselas en sus gargantas. La humanidad  ha quemado aceite e incienso delante de sus imágenes e ídolos como olor fragante, digno de una ramera desvergonzada. Y por si fuera poco, ha ofrecido la vida de sus hijos, herencia de Yahweh y fruto de gran estima (Salmos 127:3) como ofrenda a sus ídolos. La humanidad ha tenido en poco el amor de Dios y el precio que pagó su Hijo (su preciosa sangre) para ofrecerles el  perdón, la salvación  y la vida eterna.  Continuará. Paz de Yahshua.

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