El mito prehispánico de Quetzalcóatl es uno de los más presentes en la memoria popular mexicana, aunque existen diversas formas en las que se manifiesta, hay un episodio que en más de uno ha generado nostalgia: la de la partida de este dios-humano.
Relatan antiguas crónicas la historia de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl. Así, en los Anales de Cuauhtitlán leemos lo siguiente acerca del personaje:
"Año 1 Caña. En él, según se dice, se refiere, nació Quetzalcóatl, el que fue llamado nuestro príncipe, el sacerdote 1 Caña Quetzalcóatl. Y se dice que su madre fue la llamada Chimalman. Y así se refiere cómo se colocó Quetzalcóatl en el seno de su madre: ésta se tragó una piedra preciosa."
Cuentan las crónicas antiguas que cuando fallece Quetzalcoatl pasó lo siguiente: "Al acabarse sus cenizas, al momento vieron encumbrarse el corazón de Quetzalcoatl. Según sabían, fué al cielo y entró en el cielo. Decían los viejos que se convirtió en la estrella que al alba sale; así como dicen que apareció, cuando murió Quetzalcoatl, a quien por eso nombraban el Señor del alba (tlahuizcalpanteuctli).
El relato dice que, cuando él murió, cuatro días no apareció, porque entonces fue a habitar entre los muertos, al llamado "mictlán". Así también se proveyó de flechas; "por lo cual a los ocho días apareció la gran estrella (el lucero), que llamaban Quetzalcoatl".
Como podemos ver, la muerte de Quetzalcoatl es por demás fascinante pero misteriosa. Esto ha dado pie a que muchos académicos, principalmente extranjeros, recurran a teorías sobre el origen vikingo del dios. Uno de ellos fue el Lucie Drufesne, en su novela Quetzalcoatl. Su teoría se sustenta en unos estudios del siglo XVIII del erudito Hans Ebeling. Ahí Beling defiende la teoría de que es probable que un par de vikingos llegaron a las costas de Yucatán. Su teoría se sustenta en que, para él, en el Templo de los Guerreros de Chichén Itzá, hay ilustraciones de hombres blancos.
Así también el arqueólogo Michael Dee, asegura que hay evidencia de que los vikingos llegaron al continente americanos cerca año 1021 d.C. Pese a estas teorías, el reconocido arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, señala en su texto Quetzalcóatl ¿blanco y de ojos azules?, que no hay sustento científico que asegure que Quetzalcóatl era un blanco. Siguiendo su tesis, esta idea surgió cuando los frailes evangelizadores del siglo XVI trataron de responder a la incógnita del origen de pueblos que estaban tan remotos de Europa, como lo eran los pueblos de América.
Cabe destacar que en de acuerdo con la información e historias colectadas a lo largo de los años, esta creencia sobre que Quetzalcoatl era un vikingo no es más que solo eso, pues todo esto nace de una interpretación forzada de las características fisicas que se relatan de este díos cuando fue hombre.
Con esto nos referimos a que según los relatos de Quetzalcoatl, este era blanco y de ojos azules, pero a lo que los textos realmente se refieren es que a el color representativo del dios era el color blanco, así como el color representativo de Tezcatlipoca era el negro y no por esto significaba que fuera una persona negra o que provinera del continente africano a como se referían en que Quetzalcoatl tenía un origen vikingo.
Otro de los motivos que ha fortalecido la creencia en un Quetzalcoatl vikingo es una declaración hecha por Fray Diego Durán en un libro, donde comenta lo siguiente:
"Aquel hombre venerable, al que llaman Topiltzin [...] fue según las tradiciones indígenas un casto y penitente sacerdote, del que se recuerdan episodios al parecer milagrosos [...] este santo varón fue algún apóstol que Dios aportó a esta tierra" (Durán, 1967).
Desde entonces, la teoría poco fundamentada se transformó en un abono al mito de Quetzalcóatl, el cual se ha tratado de comprobar científicamente con conclusiones llanas. Sin embargo, la esperanza y la vocación mitológica de los mexicanos continúan enriqueciendo la leyenda y retorno de un dios filantrópico.
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