¿UNA BALA MILAGROSA?

¿UNA BALA MILAGROSA?

| 2024-07-23

En una escena de la película Pulp Fiction (1994), los matones Vicent Vega (John Travolta) y Jules Winfield (Samuel L. Jackson) acuden a un departamento a asesinar a unos jóvenes y rescatar un maletín propiedad de su jefe mafioso. Al estar ejecutándolos de pronto sale un joven que se encontraba escondido en el baño y de manera sorpresiva les dispara a ambos a quemarropa sin que les suceda nada, lo que conmueve a Jules de manera sensible y emulando a San Pablo en la caída del burro, atribuye que tal acontecimiento es una intervención directa de Dios, un milagro que les permite estar vivos; de tal manera que piensa en retirarse inmediatamente de la vida delictiva. En su fuero interno Jules sostiene que Dios desvió las balas.

Guardadas las proporciones, algo similar ha sucedido con el reciente atentado en contra de Donald Trump. Una bala que le roza el rostro, hiere la oreja, pero consigue por milímetros salvar la vida. Inmediatamente después y con un gran olfato político logra incorporarse y congelar así una de las imágenes que cualquier candidato presidencial quisiera tener -puño en lo alto desafiante, rostro ensangrentado, la bandera norteamericana al fondo y el servicio secreto protegiendo a quien milagrosamente ha salvado la vida-; emergiendo, así como un mártir, lo cual no es menor en la escena política norteamericana.

La bala que hiere superficialmente a Trump, termina por liquidar políticamente al malherido Presidente Joe Biden, que lo ha obligado a renunciar a sus pretensiones reeleccionistas y hacer los ajustes necesarios para intentar remontar las desventajas y dificultades que el atentado de Trump, su terca senilidad, su falta de facultades cognitivas y su deficiente desempeño en el pasado debate han puesto en jaque al Partido Demócrata.

Si bien el disparo le roza la oreja y estuvo a escasos milímetros de privarlo de la vida, Trump y sus seguidores han sabido aprovechar mediáticamente el tema. Sin embargo, manejar tal hecho como un milagro y llevarlo al terreno de la política resulta maniqueo por decir lo menos, sobre todo en un país donde la mayor parte de los norteamericanos se consideran cristianos.

Susan George en su libro El Pensamiento Secuestrado (2007) señala que no obstante de ser Estados Unidos el país con mayor desarrollo educativo y contar con las universidades de mayor prestigio, la población norteamericana de acuerdo a una encuesta de 2004, el 93% cree en los milagros como una posibilidad realista, más del 60% cree literalmente que lo contenido en el Génesis fue real, también el diluvio universal, el arca de Noé y la separación de las aguas del Mar Rojo, de tal manera que resulta comprensible que los seguidores de Trump vean en el atentado una especie de protección divina y lo utilicen como un discurso de campaña.

Desde una perspectiva racional los milagros no existen, ni pueden existir. Que un evento sea ininteligible, o no se pueda explicar no significa que sea un milagro per se, sin embargo, atribuirlo como un mensaje divino resulta cuestionable, pero que se lleve al terreno de las campañas políticas debería negarse categóricamente.

Spinoza en su Tratado Teológico Político (1670) señala que se entiende por milagro lo que excede o se cree que excede el alcance de la inteligencia humana. Porque si se llama milagro a una alteración del orden de la naturaleza, o una interrupción de su curso, o un hecho que contradice sus leyes sería como interrumpir la propia voluntad de la naturaleza que es finalmente la propia voluntad de Dios.

Lo más grave de todo, es que se dejan de lado los problemas fundamentales que prevalecen en la sociedad norteamericana, como lo es la venta y el uso indiscriminado de armas de fuego, la violencia que le acompaña en un contexto de polarización política y con unas elecciones presidenciales en puertas.

Si bien el pueblo norteamericano consagra en la segunda enmienda de su Constitución el derecho a poseer y portar armas como uno de sus principios fundamentales, también es cierto que el costo en vidas humanas es mayor.

El jurista Luigi Ferrajoli en su texto La Democracia a través de los derechos (2014) señala que las armas deben ser calificadas como "bienes ilícitos" -no susceptibles de ser comercializadas-. La producción, el comercio y su posesión son el signo de la más incompleta civilización de una sociedad. "Las armas sirven para matar: para alimentar la criminalidad y las guerras"

Su erradicación en el mundo, eso sí sería un verdadero milagro.

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