Coatzacoalcos | 2024-02-20
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios. 2 Corintios 5:20.
Un digno título nos ha dado el Señor, ser embajadores en representación suya para llevar el mensaje del evangelio a toda criatura, y para mantener la paz y establecer buenas relaciones con Dios.
Si Dios nos otorgó ese digno cargo de reconciliación, es porque hubo una separación entre Dios y el hombre.
Fue el pecado que hizo tal separación. La palabra de Dios dice: pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. (Isaías 59:2).
Sin embargo, el amor de Dios hace misericordia al hombre y decide perdonarlo.
El profeta Miqueas declara:
¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.
Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. (Miqueas 7:18,19).
Es Dios quien ha abierto el camino para recuperar la relación entre Él y el hombre por medio de su Unigénito Hijo. Su palabra dice: Pero Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados. (2 Corintios 5:19). Dios ha dado el primer paso, ahora nos toca a nosotros volvernos a él. Así ha dicho Yahweh de los ejércitos: Volveos a mí, dice Yahweh de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Yahweh de los ejércitos. (Zacarías 1:3). Si Dios nos llama hoy a una reconciliación, es porque efectivamente hay un rompimiento de relación entre Él y el hombre. La palabra de Dios dice: ¡Oh almas adúlteras!
¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Santiago 4:4). No es fácil aceptar esta realidad, pero verdaderamente esta es la condición actual del hombre, porque contemporizar o adaptarse con el espíritu del mundo es pecado. Satanás y sus demonios son los gobernadores del mundo. Yahshua reveló a sus discípulos que el príncipe de este mundo nada tenía que ver con él (Juan 14:30). Así mismo, el apóstol Pablo daba a conocer que no hay compañerismo entre la justicia y la injusticia, no hay comunión entre la luz y las tinieblas, que no hay concordancia entre Cristo y Satanás y nada hay entre un creyente y un incrédulo. (2 corintios 6:14-15). Como podemos darnos cuenta, la amistad con el mundo y la amistad con Dios son incompatibles, porque Dios pide santidad y el mundo pide corrupción, y las dos demandan una servidumbre total en tiempo y dedicación absoluta. La biblia dice; ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. (Mateo 6:24). Por eso, cuando una persona hace amistad con las cosas del mundo, incursiona automáticamente en una vida llena de pecados provocando un rompimiento de relaciones entre ella y Dios (Isaías 59:2), y el que no está con Cristo, está contra Él (Mateo 12:30). Por consiguiente, el que prefiere caminar con el mundo, se convierte en enemigo de Cristo y de Dios.
Y al mismo tiempo, el que camina con Cristo, se convierte en enemigo del mundo. Hoy, Dios llama a una reconciliación con Él, porque nuestros pecados ya han sido perdonados.
Él fue quien propuso la transacción y ofreció el precio mediante el sacrificio de su Hijo Yahshua en el Calvario. Ya fuimos rescatados de nuestra vana manera de vivir, la cual recibimos de nuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
(1 Pedro 1:18-19). Hace 2000 años, Yahshua murió para anular nuestros pecados, y no conociendo Él, pecado, por nosotros lo hizo (Dios) pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. (2 corintios 5:21).
Así, Cristo nos convenía santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos (Hebreos 7:26), para que Dios lo hiciera pecado, no pecador; sino que lo puso en la condición de pecador por cuanto puso en él todo el peso y la responsabilidad de los pecados del mundo, condenándolo a la muerte propia de un criminal maldito (Gálatas 3:13); y descargó sobre Él, el castigo que merecían nuestros pecados. (Isaías 53:5,6,12). De esta manera, se ocupó Cristo de la enemistad entre el hombre y Dios.
El Señor Yahshua, abrió ampliamente el camino para que los hombres pudieran volverse a Dios.
Es esto lo que se describe por medio del término reconciliación. Ahora, está en el hombre creer y aceptar el sacrificio de Yahshua, para que por medio de la obediencia en la fe de la palabra, se reconcilie con Dios.
El apóstol Pablo, llama al hombre a que se reconcilie con Dios, ya que una vez que Dios ha puesto su parte en la transacción, el pecador tiene que poner la suya, esto es: darse la vuelta hacia Dios y aceptar la reconciliación que Dios le ofrece en Cristo. Amado lector: Dios muestra al mundo entero (a la humanidad caída, pecadora y enemistada con Dios) que en virtud de la obra de la redención llevada a cabo en el Calvario, la justicia y la santidad han quedado satisfechas para Él, y ya no hay nada que se oponga al desbordamiento de su amor hacia los hombres. Hoy, Dios está de cara hacia la humanidad y no le toma en cuenta sus transgresiones.
Dios está con los brazos abiertos para recibir a todo aquel que quiera reconciliarse con Él. Amado, no ignores este llamado que Dios te hace; Él te ama tanto que quiere bendecirte grandemente, por eso te invito hacer esta sencilla oración de fe. Di así: Bendito Dios que moras en Santidad. Vengo a ti contrito y humillado aceptando que soy un pecador, por lo que me arrepiento y te pido perdón. Creo que el Señor Yahshua es tu Hijo, mi salvador, a quien levantaste de los muertos y está sentado a tú diestra con poder y gloria. Hoy abro mi corazón y tomo la reconciliación por el sacrificio que hizo tu Hijo por mí. Amén. Paz de Yahshua.