¿MUERTE AL CLERO?

¿MUERTE AL CLERO?

| 2024-05-16

A raíz de la promiscua desaparición del obispo emérito de la Diócesis de Chilpancingo Salvador Rangel Mendoza, resultan extravagantes las posteriores declaraciones del secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Ramón Castro Castro, que afirmó que el caso del obispo emérito tenía una característica de persecución (sic) y acusó la puesta en marcha de una fábrica de miles de bots de "ya saben quién" para atacar a la Iglesia.

De esta manera la alta jerarquía de la religión con mayores adeptos de nuestro país, inició una serie de acusaciones y noticias falsas particularmente en redes sociales que resultan injerencistas dentro del proceso electoral.

A lo anterior se suman una serie de comentarios y declaraciones realizados de manera absurda e irresponsable por parte de algunos comentaristas y articulistas que intentan generar un ambiente en el que, supuestamente el gobierno de la 4T busca destruir a la Iglesia Católica Apostólica y Romana, vaya absurdo.

Según Nietzsche Dios murió, pero no así el cristianismo ni los monoteísmos en la disputa por el poder y los conflictos para mantenerlo. En el caso de México muchas de sus luchas libertarias tienen su origen en personajes que han profesado la fe católica, sin embargo, conviene tener en claro la separación de la feligresía por un lado y por el otro, el sector minoritario de la alta jerarquía que vive en la opulencia y que ve en riesgo sus privilegios.

En abril de este año Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo emérito de Guadalajara, se pronunció sobre el proceso electoral llamando a no votar por el actual partido en el poder, con lo cual violenta la Constitución, la laicidad del Estado y la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público que prohíbe a los ministros religiosos realizar cualquier tipo de proselitismo.

Establecer una campaña mediática, en la que el gobierno pretende desaparecer una institución con una prevalencia de más de dos mil años en el mundo y cuya fundación se remonta incluso previo a la creación del propio Estado-Nación, resulta por decir lo menos una ingenuidad y enmarcarlo dentro del proceso electoral una perversión.

No hay que olvidar que uno de los pilares fundamentales de nuestra Nación es la laicidad del Estado, herencia histórica de una generación de grandes liberales durante la guerra de reforma, entendiéndose por laicidad de acuerdo a Roberto Blancarte como: "un régimen social de convivencia, cuyas instituciones políticas están legitimadas principalmente por la soberanía popular y (ya) no por elementos religiosos", que no es lo mismo que la separación entre el Estado y las iglesias. La laicidad es la ausencia total de dogmas, es el pensamiento crítico frente al dogmatismo.

Más más allá del consuelo espiritual o psicológico –el opio del pueblo según Marx- la iglesia católica es una institución que hace, ha hecho y seguramente continuará haciendo política; su participación es real y que más allá de las bienaventuranzas, templos u oraciones, está dotada de fuerza política, racionalidad y estrategia.

El Estado Laico es una realidad establecida por la historia, pero también lo es la actividad política del clero. Como señala Ismael Carballo: "El hecho de que el Palacio Nacional de la Ciudad de México esté flanqueado por una catedral de la iglesia católica, y no por una mezquita musulmana, es un dato objetivo dispuesto por la historia, por los siglos, por la política y la guerra, que está ahí se crea o no en Dios".

Si laico es aquel que rechaza los dogmatismos, entonces para el que esto escribe, se requiere partir de una laicidad como la que reivindica Michel Onfray cuando señala: "El laico es en definitiva el rebelde que a lo largo de la historia no ha tenido necesidad de dioses o de mundos sobrenaturales, aunque comparta con el religioso ese "sentimiento de asombro" ante la inmensidad del cosmos que -como decía Einstein- es el origen de la religión".

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