| 2023-02-11
He conocido personas que dicen no querer arriesgarse por temor al fracaso. Lo bueno es que son muchos más aquellos a los que los fracasos les hacen sacar la casta porque saben que, aunque la vida no es fácil, lo que cuesta es lo que más se aprecia.
La escritura dice que, "Dios no nos dio un espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio".
También nos ha dado las armas para luchar contra las adversidades, de manera que éstas no puedan derrotarnos. Sin embargo, no se puede salir adelante si dejamos que el pesimismo nos haga sentirnos desmoralizados, a tal grado que perdamos el espíritu de lucha.
¿Qué sería de un atleta que en la primera derrota ya no tuviese ánimo para seguir adelante? Un verdadero deportista siempre buscará ser un vencedor y hará lo que tenga que hacer hasta lograrlo.
Así es la vida, y aún a pesar de todo lo que pasamos, la amamos a tal grado que no vamos a permitir que un fracaso nos desaliente.
Es verdad que cuando se está en el ojo de la tormenta nos llegamos a angustiar y podemos pensar que no vamos a lograr salir nunca de allí.
Pero es entonces cuando la fe en Dios se hace patente y nos recuerda que "Él es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones". Sostenidos en esa fe, tenemos la esperanza de que un día veremos un sol radiante, porque los nubarrones que lo opacaban han desaparecido.
Entonces echaremos la mirada hacia atrás, sólo para agradecer a Dios que nos haya dado las fuerzas necesarias para no quedarnos inmersos en esa tenebrosa oscuridad, que no nos dejaba ver Su mano.
¿Quién no ha fracasado? Muchos de los más grandes inventores tuvieron malas experiencias. Sin embargo, no permitieron que el desánimo ganara terreno y tuvieron las agallas para no dejarse vencer.
Vieron coronados sus esfuerzos cuando dieron al mundo el legado de un invento que les costó desvelos, pasar hambre, ser criticados y muchas cosas más. Pero al final todo eso los hizo experimentar grandes bendiciones.
Todos los que hemos sufrido fracasos en la vida hemos tenido la dicha de descubrir quiénes eran los verdaderos amigos.
Con gran satisfacción nos dimos cuenta también de la bendición de Dios, al darnos una familia con la que siempre contamos y que en esos momentos difíciles nos dieron todo su amor, nos acogieron y nos hicieron sentir arropados.
Así que, aquellos para quienes la tormenta los está sacudiendo en este momento, quiero que sepan que Dios no los va a dejar ni los va a desamparar. Sólo tienen que estar dispuestos a no dejarse sucumbir y creerle a Dios.
¡Arriba el ánimo!