Coatzacoalcos | 2023-07-25
Una pregunta hay que hacerse con respecto a la iglesia de hoy, ¿se están forjando líderes o discípulos? Porque la comisión dada a los apóstoles de nuestro Señor Yahshua fue hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que Él ha mandado. (Mateo 28:19,20).
Sin embargo, la responsabilidad de predicar la palabra de Dios ha menguado en gran manera, y lo que se predica muchas veces carece del poder del Espíritu Santo. El apóstol Pablo les decía a los Corintios: estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de hombre, sino en el poder de Dios. (1 Corintios 2:3-5).
El apóstol Pablo no falsificaba la palabra de Dios, sino con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablaba en Cristo. Pablo no predicaba con expresiones elocuentes ni de profunda filosofía para que la predicación no fuera con sabiduría humana, pues tenía clara conciencia de la tremenda importancia de su ministerio.
Hoy, se han levantado líderes en las iglesias que predican con sabiduría humana y todo es gritería y emosionalismo de parte de una multitud agitada y apasionada por estos líderes que solo quieren llevar de cualquier manera a sus seguidores al propósito que ellos han establecido: llenar iglesias.
Estos líderes se respaldan diciendo que Dios ama las multitudes (Génesis 1:22) pero les falta añadir la palabra principal: fructificaos, y si no hay semilla para un buen fruto no hay multitud. (Génesis 1:11).
Ciertamente Dios quiere que su pueblo se multiplique pero primero tiene que dar frutos (Gálatas 5:22,23) y con el testimonio de vida sea ejemplo y luz para otras personas y así ganar almas para el reino de Dios.
El Señor quiere un pueblo renovado en el espíritu de su mente y vestido del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:23,24). Cosa que ningún líder podrá lograr, porque el concepto entre líder y discípulo dista mucho uno del otro.
Cuando el Señor Yahshua, nos trajo la palabra de Dios en los evangelios, llamó a doce hombres para que fueran sus discípulos, los cuales también llamó apóstoles, pero en ningún momento los llamó líderes. (Lucas 6:13).
En las iglesias de hoy se han levantado líderes en vez de discípulos y esto no debe ser así, porque un líder en nada es igual a un discípulo. Un líder es una persona que actúa como guía o jefe de un grupo que influencia con su conducta y sus palabras. Un líder avanza y siempre toma la delantera para ser un pionero. Transfiere mensajes que considera válidos en su propio entendimiento.
Tiene autoridad sobre sus seguidores y toma decisiones sin dar cuenta de ello. Un líder tiene la habilidad de cambiar la mentalidad, los valores, las creencias y las aptitudes de sus seguidores; como Adolfo Hitler que fue un líder agitador y manipulador. Un líder tiene inteligencia emocional, establece metas y objetivos, planea, conoce sus fortalezas, tiene carisma, es innovador, y por lo consiguiente subyuga y esclaviza.
Una figura de líder religioso en los tiempos de nuestro Señor eran los escribas y fariseos, porque teniendo el conocimiento de la palabra, había en ellos injusticia, ceguera espiritual, hipocresía, falta de misericordia, falta de fe, había robos, inmundicia e iniquidad, no quedándose atrás los escribas y los saduceos cuya conducta de todos ellos no obraba la justicia de Dios. (Mateo 15: 1-14; 16:1-12; 23:1-32).
En cambio un discípulo de Dios, es una persona que sigue y aprende la doctrina de nuestro Señor Yahshua siendo Él su maestro. (Mateo 4:19-22; 23:10, Lucas 6:40). Un discípulo de Dios tiene un corazón dispuesto a escuchar y a obedecer (Isaías 50:4,5; Hechos 9:1-22). Un discípulo está con el Señor Yahshua íntimamente, conoce su corazón y predica su palabra. (Marcos 3:14). Un discípulo es un seguidor de Cristo. (Mateo 5:1; 8:23; 9:9).
Un discípulo es semejante al Señor Yahshua en su muerte. (Filipenses 3:10). Un discípulo siente y actúa como Yahshua. (2 Corintios 3:18; Juan 13:14-17; 1 Corintios 11:1).
Un discípulo es un servidor de Cristo y tiene autoridad sobre los espíritus inmundos, para sanar toda enfermedad y toda dolencia (Marcos10:43-44; Mateo 10:1; 23:11). Un discípulo está relacionado con el reino de Dios.
(Romanos 8:9,10; 1Corintios 3:16; Colosenses 1:29; Mateo 28:20). Un discípulo permanece en el Señor Yahshua y camina en santidad guardando la palabra del Señor.
(Juan 15:5-8; 17:6,14). Un discípulo se niega así mismo (Lucas 9:23; Mateo 12:49,50). Un discípulo bendice y glorifica el nombre del Señor. (Lucas 19:37,38). Un discípulo de Yahshua sufre aflicción. (Juan 16:33; 2 Corintios 1:5). Un discípulo ama las almas del Señor. (Juan 21:15-17).
Ante esta larga lista de conceptos entre líder y discípulo de Dios, nos damos cuenta que tan errada está la iglesia que levanta líderes y no discípulos del Señor. Entendamos: un discípulo crea discípulos.
Un líder forma líderes, y no puede crear discípulos porque son de diferente criterio; por esta razón, el conocimiento de la palabra de Dios no se revela en las iglesias porque un líder habla de sí, de su propio conocimiento porque no sigue a Cristo y no puede dar lo que no tiene. A un líder lo capacita un hombre; a un discípulo lo capacita el Señor en el poder del Espíritu Santo, por lo cual, el líder obra por emoción, y el discípulo de Dios obra por el ardor de la fe.
Amado hermano, Si queremos cambiar la condición de nuestra iglesia para que no perezca por falta de conocimiento, levantemos discípulos de Dios instruidos en la verdadera palabra del Señor y al cabo de un tiempo veremos los frutos de nuestro trabajo.
La palabra de Dios dice: id y haced discípulos a todas las naciones bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Amén (Mateo 28:19-20). El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis 3:22).