Coatzacoalcos | 2024-01-19
¿Cómo está usted?
Afectuosamente lo invito a nuestras reuniones Dominicales a las 11.30 a.m. o a las 6.30 p.m. en la Iglesia Cristiana Bíblica AGAPE de La Llave 1002 casi esquina con Aldama.
Permítame compartirle acerca de uno de los más terribles azotes que los humanos padecieron en El Antiguo Testamento: La Lepra.
Esta terrible enfermedad cutánea se caracterizaba por tres puntos: era incurable, era terriblemente contagiosa a través de la saliva, tos y estornudos y además mortal.
Por si fuera poco causaba repulsión, asco entre quienes los rodeaban así que los leprosos se sentían despreciados y repugnantes.
Pero lo que más laceraba sus corazones era saber que en ésa época la lepra se consideraba un Castigo Divino.
De hecho, la palabra "lepra" viene del hebreo sara´t que significa eso: "castigado por Dios".
Ese era el concepto popular.
Los desdichados que la padecían eran separados de la comunidad judía y tenían que vivir en aislamiento en lugares conocidos como "leprosarios" donde convivían con otros leprosos, tenían que gritar "¡Soy inmundo!" y ahí esperaban la muerte como una liberación a tan grande desgracia (Levítico 13 y 14)
Todos los hebreos tenían la esperanza en que un día aparecería El Mesías, El Ungido de Dios para Salvar, y El haría señales prodigiosas como sanar toda enfermedad, reprender demonios, resucitar muertos y LIMPIAR A LOS LEPROSOS.
Cuando Juan El Bautista estaba en la cárcel por haber reprendido a herodes por su adulterio con su propia cuñada, oyó que la gente se agitaba y gritaba y envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús "si Era El que había de venir (El Mesías) o esperaremos a otro" y Jesús les dijo que dijeran a Juan así: "Los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen y los LEPROSOS SON LIMPIADOS!" (Mateo 11:1-6)
¡La espera había terminado: El Mesías Prometido y largamente Esperado por fín había llegado!
Jesús sanó a miles de leprosos en Su Ministerio terrenal y es particularmente especial cuando uno de ellos, dejando el leprosario y mezclándose entre la multitud, a riesgo de ser apedreado a muerte, se postró ante Jesús y le dijo no con sus labios sino con su corazón simplemente así: "Señor: si quieres, puedes limpiarme".
El sabía que Jesús, podía sanarlo pero no estaba seguro si querría hacerlo y El Señor, todo compasión y sin ninguna repugnancia, extendió Su Mano, lo tocó y le dijo así : "¡Quiero: sé limpio!" y al instante y para siempre, su lepra sanó (Mateo 8:1-3)
¿Me permite un comentario?
¡¡¡ALELUYA POR MILES!!!
Sin aspavientos ni nada espectacular: sencillamente lo tocó y sanó pues para El no hay nada imposible: Es El Médico Divino!
Hoy que sufrimos por ésta pandemia del covid19 que nos vuelve a amenazar igualmente tenemos que guardar "sana distancia" como los leprosos, tenemos que traer cubrebocas como ellos pero la gran diferencia es que sabemos que esto no es un Castigo Divino sino la consecuencia de nuestros actos codiciosos, egoístas e imprudentes.
Mas existe otra lepra infinitamente peor que la de la piel y ésa, mi amable lector, es la lepra del espíritu: nuestro pecado.
Nuestras rebeliones contra Dios nos han llenado de llagas purulentas el alma y aunque la gente pueda ser rica, famosa, culta y socialmente importante, lo cierto es que ante Dios somos "desde la cabeza a los pies una herida, hinchazón y llaga podrida" pues así es como El nos vé por nuestros pecados (Isaías 1:6)
Nada, ni la mejor medicina, ni nuestras riquezas, ni nuestra fama o poder político o militar ni nuestras buenas acciones y ni siquiera nuestras religiones podían sanarnos de ésta lepra espiritual.
Fue necesario que El Mesías viniera y nos limpiara de esta lepra del alma que nos conducía no sólo al sepulcro como a los leprosos físicos sino a la condenación eterna.
Esa limpieza total e instantánea, como la del leproso que le conté, la logró a través de Su Muerte Redentora en la cruz del Calvario derramando ahí Su Sangre Inmaculada para obtener lo que nada ni nadie podía darnos: no sólo la limpieza de nuestra lepra sino el Perdón de pecados y la Salvación Eterna.
El Apóstol Juan dijo así: "LA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO NOS LIMPIA DE TODO PECADO" (I de Juan 1:7)
¿Qué le parece esto, mi amigo y amiga? ¿Locura o fanatismo religioso?
Si ya se cansó de su lepra de pecado, si ya probó todo y nada le resulta eficaz, lo invito a que, como el leproso, reconozca a Jesús como El Mesías, arrepiéntase de sus pecados, póstrese ante El y suplíquele: "Señor: si quieres puedes limpiarme" y le garantizo absolutamente que El extenderá Su Mano, lo tocará y escuchará de Su Labios Preciosos lo siguiente: "¡Quiero, sé limpio!"
¿Lo hará usted? ¡Así sea, es mi oración!