Coatzacoalcos | 2023-04-25
A Mario lo conocí cuando él tenía siete años. Su cara es hermosa, sus mejillas son divinas y su sonrisa es muy tierna y sincera. Siempre ha sido un buen niño, educado y formal, pero es tímido.
Tuve el placer de conocerlo porque su hermano ha bailado danzón en nuestro grupo desde el 2017. Al siguiente año, ofrecí un curso de verano en una plaza comercial que se ubicaba en el malecón. Entre los asistentes llegó Mario.
Así de pequeño, tuvo sus primeras prácticas danzoneras con nosotros. Desde el inicio mostró talento, pero sobre todo gusto por este género. El curso terminó y solo lo veía cuando acompañaba a su hermano mayor a las presentaciones del grupo para echarle porras.
En octubre del 2021, a los once años de edad comenzó a practicar con nosotros de manera formal. Cada semana llego a los ensayos, nunca falto y siempre está muy calladito adiestrándose en lo aprendido. Hasta
el día de hoy, Mario aprendió los pasos, los ejecuta y se memorizó las rutinas. Es un danzonero con gran futuro.
Hasta noviembre del año pasado, Mario enlazaba la mano y la cintura de su pareja de manera tímida. Sus indicaciones, aunque acertadas, eran casi imperceptibles. En ese mes, fuimos a Tuxtla Gutiérrez a una fiesta donde tocaron las agrupaciones musicales "Acerina" y "Felipe Urbán".
El salón estaba lleno de cuatrocientas personas de diferentes edades. Desde niños hasta adultos portaban vestimenta adecuada a un evento danzonero y estaban listos para disfrutar de la música y del baile.
Por su parte, Mario usaba una guayabera color ladrillo y un pantalón color beige; y también estaba emocionado por la oportunidad de bailar con música en vivo.
En estos eventos, muchos de los bailadores de danzón que gozan de más trayectoria; bailan al frente donde lucen sus pasos y su estilo. Por su parte, los que gozan de menos experiencia, se quedan junto a sus mesas, en la parte trasera o en el centro de la pista.
No se acercan al frente donde se encuentran los "grandes y experimentados" del danzón. Recuerdo que Mario, con ya trece años, me sacó a bailar la segunda pieza.
Lo hizo como es su estilo, de una manera tímida y junto a nuestra mesa. Ahí estuvimos realizando las ejecuciones que él me indicaba. El tiempo pasó y después de una hora aproximadamente me volvió a pedir que bailara con él. Obviamente yo acepté con mucho gusto.
Iniciamos junto a nuestra mesa, pero poco a poco, al mismo tiempo que bailábamos, él fue abriendo camino hasta que llegamos al frente. Sí, justo ahí donde se lo están imaginando. Llegamos a la zona donde los grandes se atreven a bailar, justo frente a la agrupación musical. Pero no solo eso.
También sacó otros pasos, ahí comenzó a indicarme nuevos movimientos para ejecutar. Lo más sorprendente de todo es que,, yo lo seguía con seguridad porque sus indicaciones eran suaves, pero firmes y claras al mismo tiempo. Como su pareja, siempre supe qué movimientos quería que yo realizara.
Al terminar la fiesta, de regreso al hotel, yo escuchaba que, él con orgullo les decía a sus compañeros mayores "Yo bailé todos los danzones, menos uno".
En una hora de baile, rodeado de cuatrocientas personas, Mario sufrió la metamorfosis de un danzonero tímido a un danzonero con motivación, con energía, entusiasmo y alegría. En esta hora, Mario se transformó en un danzonero que inspira seguridad y confianza a su pareja.