Coatzacoalcos: un Don de Dios

Aguas de reposo; Coatzacoalcos: un Don de Dios

Coatzacoalcos | 2023-10-13

   ¿Cómo está usted?

    Afectuosamente lo invito a nuestras reuniones Dominicales a las 11.30 a.m. o 6.30 p.m. en la Iglesia Cristiana Bíblica AGAPE de La Llave 1002 casi esquina con Aldama.

    Herodoto, el gran erudito griego del Siglo V a.C. es considerado como "El padre de la Historia".

    El llamó a Egipto como "El don del río Nilo", refiriéndose a que todo su esplendor, riqueza, cultura, comercio y su vida misma, la debía a la gran bendición de haber sido edificado a la orilla de éste gran río.

    Parafraseando ésas mismas palabras del gran sabio, permítame llamar a mi amada ciudad de Coatzacoalcos como "EL DON DE DIOS".

    Brevemente le diré por qué:

    Desde épocas prehispánicas éste lugar en que el río Coatzacoalcos se une al Golfo de México, es un lugar de situación privilegiada y así lo consideraron los españoles que la fundaron con su antecedente de la Villa del Espíritu Santo kilómetros río arriba.

    Su posición ventajosa geográfica, mercantil y estratégica para cualquier conflicto bélico estaba más que demostrada.

      Antes del arribo de Cristóbal Colón, que por cierto éstos días se recordó su épica hazaña, ya florecía como un punto muy importante entre los indígenas autóctonos.

     Pero me salgo dela Historia para hablarle de lo inmensamente no privilegiado sino bendecido que es nuestro antiguo Puerto México en la actualidad  aunque muy, pero muy pocas personas quieren reconocer ingratamente y otros lamentablemente ni cuenta se dan:

     Usted vé cómo otras zonas de nuestro país están siendo azotados por huracanes, sequías, inundaciones devastadoras, terremotos y hasta tsunamis pavorosos. Los huracanes han causado grandes desgracias en el oeste de nuestro país. Hoy nuestros hermanos del Pacífico están sufriendo  bajo los huracanes Lidia y Max.

    Eso sin mencionar el altísimo riesgo de un cataclismo por las factorías que nos rodean que podrían explotar en cadena afectando decenas de kilómetros a la redonda con una mortandad y devastación inimaginables.

    Me resulta increíble que, por ejemplo, la ciudad de Nueva York haya sufrido la peor inundación de su vida. ¡El pleno centro de ésa gran urbe se fue a pique!

    Pero mírenos a nosotros aquí en nuestra localidad:

    Hace poco hubo un terremoto que afectó otras ciudades, especialmente a nuestros hermanos de Oaxaca y aquí ni se enteraron.

    Recuerdo que en mi niñez, en  1959, un terrible sismo casi destruyó la ciudad de Jáltipan pero nosotros apenas si fuimos afectados.

   Desde niño he escuchado que si los ciclones no nos pegan es porque El Volcán de San Martín nos protege pero esto carece de toda veracidad pues ése Volcán es muy pequeño para servir como barrera además de que los ciclones podrían entrar de la parte Noreste o, entrar por el sur tierra adentro  como inclusive ha pasado en otros lugares como Monterrey y Puebla.

  En último caso si fuera por el San Martín habría que preguntarse: "¿Quien lo puso ahí?"

  No quiero dejar de mencionar que los reporteros y noticieros cuando uno es librado de catástrofes así siempre dicen "Por suerte" o "Afortunadamente" pero no se atreven a decir ni a dar "Gracias a Dios" como si ésto estuviera prohibido o fueran malas palabras vergonzosas necesarias de omitir.

  Esto, mi amable lector, simplemente tiene un nombre muy feo: INGRATITUD.

  ¡Ni idea tenemos de cómo estuviéramos sino hubiéramos sido librados de un desastre así!

  Nos hace falta humildad y gratitud y eso, se lo digo muy seriamente, es muy ofensivo para Dios.

   En cierta ocasión Jesús sanó a 10 leprosos que fueron sanados por El pero sólo uno regresó a darle gracias (Lucas  17:11-19)

   ¿A quiénes se parece usted mi amigo y amiga?

  Yo no le doy vueltas ni le escatimo la gloria y el mérito al Unico que lo merece: nuestro Señor JESUCRISTO.

   El Profeta Jeremías dijo así: "Es por La Misericordia de Jehová que no hemos sido consumidos porque nunca decayeron: ¡Nuevas son cada mañana!" (Lamentaciones 3:22-23).

   Así, amable lector, lo invito a que usted también le dé la gloria y la alabanza al Señor Quien cada día lo bendice y gracias a Quien usted y sus amados y nuestra amada ciudad estamos hoy muy bien.

   Al despedirme le estrecho fuertemente la mano y le pido que ahí donde se encuentre eleve una plegaria sincera de agradecimiento al Señor y una súplica por todos aquellos que hoy están padeciendo.

   ¿Lo hará usted? ¡Así sea es mi oración!

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