| 2021-02-20 | Martha Adriana Morales Ortiz/César Daniel González Madruga
Los caminantes recorrieron en silencio las calles de la Gran Chololan, el encuentro con la Malinche que los estaba esperando, cada paso los acercaba más a ella.
—Matlalcuéyetl, es el nombre originario de la Malintzin, pocos la conocen por ese nombre, he estado varias veces en su cumbre, es una dama muy hermosa y poderosa, ahí inició mi conexión espiritual, los vedas de sus bosques me sanaron, me sostuvieron y guiaron, me develaron el secreto de la empatía, me conectaron con las personas indicadas para aprender a cerrar mi campo, su esencia me rescató del sin sentido y de la confusión. Cuando acampábamos, tenía sueños muy extraños con los duendes, una vez vivimos la lección de una tormenta de nieve, casi caía a un precipicio, se perdía la visión al metro de distancia, quien me inició en las montañas fue el profesor José Luis Leyva, es el maestro del grupo de alta montaña de la BUAP, es un verdadero apasionado de las montañas, hasta la fecha, cada quince días sube o camina por una montaña, él mismo es una gran escuela, es semillero de montañistas. Amo esa montaña, es una gran maestra— Colibrí le compartió su experiencia a su amado compañero de vida el Siervo, mientras avanzaban, ella se acariciaba la pancita con una mano, estaba a unas semanas de dar a luz, y con la otra mano sostenía el fuego, mientras que el Siervo levantaba el estandarte de la Morenita y del Renacimiento con gran ahinco.
Los demás compañeros, Dorian, Dany Díaz, Izipactli, Ozelotl, Edna, Héctor Sansón, Azul y Eduardo Jacome, marchaban con alegría, se escuchaban algunos cantos, historias, chistes, pero no se distraía con su conexión profunda que cada paso les generaba. Atravesaron por un hermoso campo de cultivo que estaba en su esplendor, era una fiesta de verduras y colores, todas exquisitas se veían, como invitando a cualquier comensal a degustarlas y agradecerlas. La milenaria ciudad tolteca quedaba cada vez más a la distancia y se podían contemplar cientos de cúpulas.
—Se dice que debajo de cada iglesia había un centro ceremonial, solo resta imaginar la gran espiritualidad ancestral tolteca que hubo en esos tiempos— Comentó con un profundo suspiro el Siervo al grupo. Se detuvieron por algunos instantes, viendo hacia tras el camino ya andado y con una mirada solemne se vieron todos, como perdonando la violencia del hombre en aquellos tiempos de antaño.
— A pesar de ello queridos hermanos, la gran pirámide no deja de lucir, pese a esa iglesia, que esta en su plena cúspide. En la historia esta documentada la gran masacre de Chololan, mas que conquista fue una invasión, invasión de cultos, creencias, violencia y horror, se impusieron creencias y dogmas por humanos obscuros, pero miren perciban la sabiduría preciosa de Quetzalcoatl, ya todo fue perdonado, ahora nos toca seguir sembrando las semillas que nos fueron heredadas— comentó con gran ánimo Dany Diaz, uno de los seres más místicos del grupo, que además de estudiar la sabiduría ancestral, también practica las enseñanzas de Krishna.
Continuaron los caminantes andando y reflexionando sobre los sucesos históricos de México y de Anáhuac, pero para levantar el ánimo y sostener el rezo constantemente hacia cantos y danzaban mientras caminaban.
(Continuará..)