Luis Enrique González Martínez, una figura icónica del parque Benito Juárez y uno de los últimos seis betuneros de Las Choapas, falleció el pasado martes dejando un vacío entre quienes lo conocieron y admiraron por su dedicación a un oficio en extinción.
Con 53 años de edad y más de cuatro décadas boleando zapatos, Luis Enrique se convirtió en un símbolo de trabajo y perseverancia en el municipio. Comenzó en este oficio a los siete años, cargando su caja de herramientas con orgullo por las calles del centro, y encontró en él la manera de sacar adelante a su familia.
Luis Enrique no ocultaba su preocupación por el futuro de su oficio. El auge de materiales sintéticos en el calzado y la popularidad de los tenis incluso en eventos formales fueron factores que contribuyeron a la caída en la demanda del boleado tradicional.
Sin embargo, él persistió, convencido de la dignidad de su trabajo y de la importancia de preservar tradiciones que representaban identidad para la comunidad. En sus propias palabras: "La gente ya no cree en esto, pero para mí siempre fue un orgullo cargar mi cajón. Con esto mis hijos comieron y estudiaron."
Luis Enrique deja un legado de esfuerzo, humildad y amor por su trabajo. Su partida no solo marca el fin de una vida, sino también el declive de una tradición que ha sido testigo de generaciones enteras en el municipio.
Hoy, Las Choapas despide a uno de sus hijos más representativos. Su figura, siempre sonriente y con su cajón de boleado, permanecerá en la memoria de quienes cruzaron el parque Benito Juárez y tuvieron la fortuna de conocerlo.
La comunidad recuerda a Luis Enrique como un hombre que, con sus manos y su corazón, devolvió el brillo no solo a los zapatos de sus clientes, sino también a la esencia de un oficio que lucha por no desaparecer.
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