La captura de reptiles y armadillos para el consumo humano persiste a través del ´mercado negro´, donde el garrobo se vende hasta en 300 pesos y el armadillo puede alcanzar los 400 pesos por ejemplar.
Esta actividad ilegal continúa a pesar de las regulaciones ambientales y los riesgos que representa para la conservación de estas especies.
La venta clandestina de estos animales lo realizan los cazadores furtivos, quienes se adentran a zonas amplias de gran vegetación como El Tortuguero, ante la alta demanda de su carne, consideradas exóticas por algunos consumidores.
La captura de estos animales se realiza principalmente en áreas rurales y semirrurales, donde la vigilancia ambiental es limitada, los garrobos, por su parte, son capturados tanto en la periferia de la ciudad, mientras que los armadillos, una especie cada vez más difícil de encontrar, son cazados debido a la creencia en sus propiedades nutritivas y medicinales.
Este tipo de cazas provocan un impacto desfavorable, ya que puede llevar a la disminución de sus poblaciones de manera irreversible, a pesar de la existencia de normativas que prohíben su captura por lo que las multas y sanciones no han sido suficientes para frenar el comercio ilegal.
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