Al hojear las páginas amarillentas del Boletín del Petróleo, uno no puede evitar ser transportado al Minatitlán de 1925, donde la actual Avenida Hidalgo se alzaba orgullosa con sus edificios de madera, testigos mudos de una era de prosperidad y diversidad cultural.
En una fotografía publicada en el volumen 19 del mencionado boletín, se captura la esencia de una ciudad que, aunque enraizada en México, exhibía con orgullo influencias “americanas” e “inglesas” en su arquitectura. La abundancia de maderas finas como la caoba, permitió que estas construcciones no solo fueran posibles, sino que también reflejaran el estatus y la riqueza de la región.
Un informe estadístico de 1862, publicado en el diario “El Siglo Diez y nueve”, describe el aspecto general de la población como “muy agradable” debido a la diversidad en las construcciones de las casas, la mayoría de madera al estilo norte-americano, con algunas ostentando techos de pizarra.
Destacando entre los edificios particulares, la casa de los Señores Welsh y Allen se erige como un monumento a la influencia extranjera, con su construcción de mampostería en estilo inglés, puertas, ventanas, columnas y escalera de fierro, y un techo de pizarra que aún hoy día evoca imágenes de una época dorada.
Esta mezcla de estilos arquitectónicos no solo habla de la riqueza material, sino también de la riqueza cultural que caracterizó a Puerto México en el siglo XIX, un crisol de influencias que se entrelazaban con la vida cotidiana de sus habitantes y que, aún en la modernidad, nos invita a reflexionar sobre la historia y la identidad de esta vibrante ciudad portuaria.
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