Eran las 06:00 de la mañana de un 7 de mayo de 1972, David Meléndez López obrero originario del estado de Oaxaca, radicado en Minatitlán y a punto de jubilarse de la refinería “Lázaro Cárdenas del Río”, se convirtió en el héroe anónimo que entregó su vida para salvar la de una ciudad entera.
Los 10 hijos del obrero que crecieron entre un municipio considerado puerto de altura, con casas de madera y con televisión blanco y negro, sin los recursos de la actualidad, radicaban en la colonia Obrera, justo en prolongada pendiente que daba una vista panorámica a la planta de Xilohexano que empezó a arder en llamas en las cercanías de las torres de Etilbenceno y Benceno.
Los adultos de la familia trataban de consolar a los más pequeños al explicarles que papá trabajaba en otra planta. Era casi imposible que estuviera en la zona de riesgo.
Pero ese día el destino de aquel hombre al que recuerdan como un padre amoroso y ejemplar, estaba ya escrito. Fue requerido para cubrir en esa jornada a un compañero que por motivos de salud faltó a laborar.
Esa es la imagen que vive en la memoria de Luz del Carmen Meléndez Martínez, la hija menor de David que en aquel entonces tenía cuatro años de vida.
“Era una tarde muy calurosa. Recuerdo que estaba yo jugando en el patio cuando vi que llegó una camioneta de Pemex y se bajó mi hermano mayor, con otra persona y entraron con mi mamá, fue que escuché los gritos, el llanto y corredero de gente”.
Hasta ese momento la niña desconocía lo que estaba pasando, siendo otro de los integrantes de ese núcleo que le expresó al cuestionar lo que sucedía: “es que papá se murió”.
Cuenta la historia de la refinería, que una falla en la planta de Xilohexano, una de las más volátiles del área y que salió de operación allá por principios del nuevo milenio, ardió en llamas por una fuga.
Despavoridos, corrían los obreros y encargados de la industria, no así David que pese a los gritos de sus compañeros decidió subir a cerrar el paso de las válvulas, que, de no haberse concretado dicha acción, más de medio municipio hubiese desaparecido por una explosión que era inminente.
“Mi papá fue un héroe, no reconocido, pero fue un héroe”, dijo María de Lourdes, quien inmortaliza con amor y cariño a aquel hombre que describió como entregado a sus 10 hijos y esposa, a los que nunca mostró preferencia para nadie, y por lo contrario inculcó la igualdad para con los suyos.
Para María de Lourdes, la muerte de papá se convirtió en un giro inesperado que los llevó a cambiar el rumbo en lo que considera “algo brusco”.
“Al velorio llegó muchísima gente, muchísima familia de fuera, incluso la noticia se dio por televisión en “24 Horas”, en ese tiempo era Jacobo Zabludovsky”, compartió la dama que en la época de los 70 era una quinceañera que hoy acoge esos momentos como un tesoro de vida.
En tanto que Jaime, lleva en su memoria la noche anterior al 7 de mayo cuando el héroe anónimo se despidió de su amada esposa y de él.
“Tenía yo 17 años y me acababa de incorporar como transitorio, estaba yo trabajando en el taller de combustión interna en ese entonces. Ya después me tocó escuchar las versiones por lo que ha crecido el valor de un héroe”.
En tanto que José Alberto, otro de los hijos, logró en su etapa adulta encontrar a un ex compañero de su padre, explicando que pese a las suplicas que realizaban al obrero en medio del incendio para que desalojara la zona, éste insistió en seguir bloqueando válvulas para evitar una explosión catastrófica.
“En la fecha que ocurre el incendio yo tenía 10 años, quedé con ese trauma por años. Yo me entero cuando llegaron avisar a la casa y abrazaron a mi madre y pues allí fue donde nos dijeron, y yo enojado porque me dijeron que mi papá no estaba allí en el incendio”.
Luis, en la actualidad un hombre de la tercera edad, el mayor de la dinastía, fue el responsable de tomar las riendas de la familia. Tuvo también que acatar la labor de padre para con el resto de los nueve hermanos y llevando en sus manos la responsabilidad de regresar al centro de trabajo a donde su “héroe” dejó su vida por la de los suyos y de gran parte de la sociedad.
El protagonista de la historia era operador de primera con 49 años de vida y 27 de servicio a punto de retirarse de la industria y con planes de volver a su tierra natal.
Hoy día le sobreviven siete de sus 10 hijos, que con orgullo comparten a sus descendientes la historia que cambió el rumbo de la petrolera ciudad, bajo un acto de heroísmo y amor al prójimo a 50 años de distancia.
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