Equipado con una varilla, una cuerda, una pala, pico y lámpara de mano Mario Vergara Hernández se convirtió en un experto para encontrar fosas clandestinas desde hace 9 años en México.
Fue el 16 de noviembre del 2014 cuando Mario salió por primera vez en busca de fosas clandestinas. Lo hizo en los cerros de la Laguna y La Joya en Iguala, Guerrero
La motivación de sus acciones eran localizar a su hermano Tomás, quien había sido secuestrado el 5 de julio de 2012 en Hitzco. Un día, Tomás salió a laborar en su taxi y jamás volvió. La familia empezó a recibir llamadas pidiendo un rescate por la vida de su hermano; ellos denunciaron ante las autoridades el plagio y decidieron no pagar dicho rescate. Comenzaron a amenazarlos, lo que cambiaría para siempre la vida de toda su familia
“Mi mamá me decía ve a buscar a tu hermano a los cerros, dicen que ahí los entierra, pero yo no sabían nada, además teníamos miedo”, recuerda.
No obstante, Mario salió para buscarlo en fosas clandestinas al mismo tiempo que ocurrió otra tragedia: la desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa. Por aquellos días, Iguala y toda la zona estaba llena de militares, policías y organizaciones sociales; eso fue lo que armó de valor a Vergara.
“Los padres de los 43 son mis héroes, ellos nos dieron la muestra de cómo buscar y cómo terminar con el miedo”, dice Mario.
Desde ese momento no dejó de buscar fosas. En su negocio, donde vende alcohol, llegaban personas que tomaban tragos, jugaban un rato al billar y al retirarse, le dejaban de forma discreta papelitos con la ubicación de potenciales fosas.
Muy a menudo se acercaban a Mario hombres y mujeres para contarle que, en un cerro, que en un paraje oyeron como realizaban excavaciones o los gritos de dolor, incluso de cómo cuando caminaban por el campo de repente pisaron un hueso. Pero también, habían hombres que acudían a él para informarle de fosas clandestinas que fueron cavadas por ellos mismos.
Luego de nueve años, Mario no ha hallado a su hermano, pero siempre mantuvo la esperanza de encontrarlo. Fueron años en los que aprendió mucho y estaba listo para hacerlo. Sin embargo, a pesar de que no ocurrió, él siempre estuvo seguro de que otra persona lo haría.
Saturnino desde los siete años aprendió a buscar fosas clandestinas. Cuando secuestraron a su tío Tomás, él apenas tenía seis meses de nacido, por ende, no lo recuerda, pero se está preparando para poder encontrarlo.
Otra de las esperanzas de Mario Vergara era su hija Julieta, quien también ha resentido la violencia, ya que desde muy chica tuvo que desplazarse hace cinco años debido a las amenazas que recibió su padre.
“Han sido años de mucho aprendizaje, pero sobre todo de sembrar, hemos sembrado la semilla en muchas familias y lo mejor es que mi familia ya no está sola, si nos pasa algo sabemos que alguien va buscar a Tomás”, resumió Mario.
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