Para todos es muy bien conocida la imagen de la Guardia Suiza; esos guardias en coloridos uniformes amarillo, azul y rojo que vigilan al Papa a donde quiera que vaya.
Aunque uno pensaría que su labor es meramente simbólica, este grupo de élite invierte grandes recursos en entrenamiento, armamento y seguridad para el sumo pontífice. Desde el año 1506 por órdenes del Papa Julio II, son los encargados de resguardar El Vaticano.
A pesar de su entrenamiento, no dejan de ser seres humanos. Durante una reciente audiencia del Papa Francisco, uno de estos guardias se desmayó prácticamente a un lado del pontífice.
El guardia terminó cayendo prácticamente de frente, con la pesada alabarda (una especie de lanza que es parte de su uniforme) y el casco haciendo un estruendo en toda la sala. Rápidamente fue atendido y, tras un par de minutos, llevado a otra sala, frente a la mirada preocupada del Papa.
Según informó posteriormente El Vaticano, el desmayo del oficial se debió a una baja de presión y ya se encuentra estable. Algunos de los testigos indicaron que tras la audiencia, el Papa se acercó al guardia para ver si estaba bien, algo característico en el latinoamericano, quien constantemente ha invitado a varios de los elementos suizos a tomar asiento, algo contrario a las reglas de esta rígida y pequeña orden militar.
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