Al mediodía del 26 de febrero de 1993, una furgoneta cargada con explosivos entró en un garage subterráneo debajo del World Trade Center.
Pasaron unos minutos para que el suelo temblara. La explosión provocó un cráter de cuarenta metros de ancho y dañó la estructura de una de las torres.
Este era el primer atentado yihadista en suelo estadounidense. El ataque dejó seis muertos y miles de heridos, provocando la evacuación de al menos 50 mil personas.
Los encargados de realizar dicho ataque, fueron integrantes de una pequeña célula independiente dirigida por el pakistaní Ramzi Yousef.
Al Qaeda no estuvo directamente implicada en el atentado, sin embargo, hay varias conexiones entre esta célula y la organización de Osama bin Laden.
Yousef recibió ayuda de su tío materno Khalid Sheikh Mohammed, cargo importante de Al Qaeda.
Asimismo, algunos de los miembros de la célula se entrenaron con un integrante de Al Qaeda en Nueva York y se habían radicalizado con Omar Abdel Rahman, un líder espiritual yihadista conocido como el Jeque Ciego y relacionado con Bin Laden.
“El atentado contra el WTC fue un suceso de gran envergadura, el mayor incidente al que se enfrentó jamás el cuerpo de bomberos de Nueva York en sus 128 años de historia”.
Entre los restos de la explosión, el FBI encontró un fragmento del vehículo que les puso sobre la pista de los perpetradores.
Poco después fue arrestado el primer terrorista cuando intentaba recuperar el depósito de la furgoneta amarilla que había alquilado y denunciado como robada.
Abdul Rahman Yasin y Ramzi Ahmed Yousef fueron los autores materiales del atentado del 26 de febrero de 1993.
El primero fue capturado y condenado por un jurado en Nueva York, ya en 1997.
Además, luego se confirmó su parentesco con Khalid Sheikh Mohammed, artífice del taque a las Torres Gemelas del 9/11.
Por su parte, Abdul Rahman Yasin logró escapar a Irak y vivió en libertad hasta 1994, siendo encarcelado por las mismas autoridades locales, que luego lo soltaron tras revelar nombres y direcciones del resto de los sospechosos.
“El atentado contra el Centro Mundial de Comercio en 1993 fue el barril de pólvora para los ataques del 11 de septiembre”.
Sus nombres fueron grabados en una pequeña fuente erigida aproximadamente sobre el lugar donde había sido detonada la furgoneta. Cinco nombres de hombres y uno de mujer, el de Mónica Rodríguez Smith, embarazada de siete meses y que al día siguiente empezaba su baja por maternidad.
Pero en el colosal destrozo causado por el atentado terrorista del 11-S también se perdieron sus nombres, excepto por una pieza recuperada de la fuente en la que se puede leer el nombre de uno de los fallecidos John (DiGiovanni) y que se expone en el museo del 11-S.
Sus nombres y rostros se pueden ver junto a las fotografías y nombres de quienes perdieron la vida ocho años después.
Y también se pueden leer en una de las dos fuentes cuadradas que se hunden en el suelo como una sombra donde antes se levantaban los imponentes rascacielos ahora hundidos y que albergan los nombres de todas las víctimas de los dos atentados.
El 26 de febrero de 1993, la ciudad de Nueva York vivió una de sus tardes más oscuras.
Un grupo de familiares de las víctimas y autoridades conmemoraron el 30 aniversario del primer atentado contra el World Trade Center de Nueva York, perpetrado por una célula de radicales islamistas, y considerado por el FBI como el "ensayo general" de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas.
Fue un policía el encargado de iniciar la ceremonia junto a una de las fuentes levantadas en memoria de las víctimas de los dos atentados ocurridos en 1993 y 2001, en el distrito económico de Wall Street, en Manhattan.
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