Un par de cuerdas, que improvisa como arnés y una gran sonrisa, como escudo, es el equipo con el que Jesús Mario trepa las palmeras que se ubican en boulevard Ávila Camacho, a la altura del Playón, en Veracruz, para cortar cocos y venderlos entre los transeúntes.
Ante la crisis económica y la falta de empleos, Jesús tiene que buscar la manera de hacerse de unos pesos para sobrevivir.
Cortar cocos no es nada fácil, sobre todo por el riesgo que implica y que se vuelve más peligroso con el norte de 65 kilómetros por hora que se siente en la zona conurbada al momento de que el joven ejecuta la acción.
Su actitud positiva y su alegría, al momento de colocar las cuerdas para ayudarse a subir con un poco de seguridad, hacen parecer está labor muy sencilla y sin peligro, sin embargo es todo lo contrario.
Con machete en mano da certeros golpes que hacen caer la penca de cocos, misma que previamente aseguró a otra cuerda para que, con lentitud, lleguen a tierra firme.
Una vez que corta los cocos de una palma, con gran agilidad y sin perder la alegría, trepa a la siguiente.
Habría que darle doblemente gracias a Jesús, pues con esta arriesgada acción libra a los transeúntes y automovilistas de recibir un proyectil de los frutos de estás palmeras, que con las rachas del norte bien pueden aterrizar en algún vehículo o en la cabeza de alguien, pero este joven ha eliminado el peligro, a costa de su vida.
Hay que aclarar que el trabajador hombre cuenta con la autorización del municipio para cortar los cocos, y quedarse con ellos.
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