El minimalismo suele asociarse al cuidado del planeta por muchos motivos. Descubre por qué este estilo de vida ayuda a reducir la huella de carbono de quienes lo practican.
Es común asociar el minimalismo a una casa con pocas pertenencias o a un armario con la ropa justa y necesaria. Sin embargo, es mucho más que eso: se trata de un estilo de vida.
Y es que una persona minimalista suele aplicar esta filosofía en distintos aspectos de su día a día.
Ser minimalista no es simplemente vivir con pocas cosas, sino que es un estilo de vida y una manera de entender la propia existencia. Se podría decir que el minimalismo consiste en centrarse en lo que es importante para uno y dejar de lado todo lo demás.
El objetivo del minimalismo como filosofía de vida es la búsqueda de la felicidad a través de la renuncia de todo lo que sea superfluo. Se puede encontrar un cierto minimalismo en algunos planteamientos filosóficos orientales (el ying y el yan o la meditación) o en el ascetismo religioso de algunas órdenes cristianas.
Uno de los efectos positivos del minimalismo es su impacto favorable en el ambiente, ya que quien lo practica aplica hábitos conscientes: cada acto tiene un por qué y busca que cada pertenencia tenga una funcionalidad.
A continuación, una serie de aspectos que comprueban por qué ser minimalista también contribuye a lograr un mundo mejor.
No se trata de tener una casa vacía y de no comprar absolutamente nada, sino de que cada cosa tenga un por qué.
El minimalismo se enfoca en la calidad, más que en la cantidad: cada objeto, mueble, prenda, accesorio, utensilio, etc., tiene un motivo para formar parte de las pertenencias de un hogar minimalista.
Seguir esta premisa evita acumular cosas y previene la cultura del descarte, algo perjudicial para el planeta.
Comprar sólo lo que se necesita es uno de los principios fundamentales del minimalismo.
El consumo responsable está estrechamente relacionado a los hábitos sostenibles. Comprar a granel, elegir envases menos contaminantes, conocer el origen de los productos que se adquieren son algunos ejemplos.
Esto reduce las compras innecesarias, se disminuye la cantidad de residuos generados y, por ende, también la contaminación: consumir responsablemente también ayuda al comercio de proximidad.
Además, permite reducir la contaminación producto del transporte masivo de productos que pueden conseguirse en negocios locales.
Reducir es clave para llevar una vida minimalista. Es por esto que esta filosofía suele vincularse al cuidado del ambiente.
El minimalismo propone aprovechar al máximo la utilidad de las pertenencias: desde aquello que forma parte de tu armario hasta los productos que compras cada día.
Esto no significa que el minimalismo sea sinónimo de cero basura; no obstante, quien lleve este estilo de vida, probablemente genere menos residuos tras aplicar este principio.
Aplicar hábitos conscientes permite apreciar el valor de los recursos naturales y la importancia de cuidarlos. Por eso, no es casual que una persona minimalista busque comprar productos respetuosos con el planeta.
Cosmética natural, prendas cuyas telas sean menos contaminantes y más duraderas, o comidas menos procesadas son algunos ejemplos.
Seguir este estilo de vida implica comprender que todo acto tiene una consecuencia directa en el entorno.
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