En la actualidad, el Canal de Panamá ha dejado de ser únicamente un eje crucial del comercio internacional para convertirse en un terreno en disputa en medio de la creciente confrontación entre Estados Unidos y China. Lo que antes era considerado solo un corredor de comercio, ahora es visto por Washington como un asunto de seguridad nacional.
Así lo reflejó una reciente audiencia en el Senado de EE.UU., donde quedó claro que el canal tiene un rol central en el tablero geopolítico, especialmente en la pugna con China.
Con el regreso de Donald Trump a la presidencia, la visión estadounidense sobre Panamá ha tomado un nuevo enfoque. Si bien durante su primer mandato, Trump ya expresaba preocupación por la expansión de China en América Latina, en este segundo periodo la estrategia se ha endurecido: ahora no se trata solo de advertencias, sino de acciones concretas para contrarrestar la influencia china en la región.
Panamá, un país históricamente neutral, se ha visto empujado al centro de esta creciente rivalidad.
Durante los últimos años, China ha incrementado considerablemente su presencia en Panamá a través de inversiones en infraestructura clave y sectores estratégicos. Empresas estatales chinas gestionan los puertos en ambos extremos del canal, han financiado importantes proyectos y han introducido tecnologías en áreas sensibles como telecomunicaciones y sistemas de seguridad.
Para China, el canal panameño es una pieza central de su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), una ambiciosa estrategia para controlar los principales corredores marítimos globales.
No obstante, lo que en su momento fue recibido como inversión extranjera, ahora en Washington se percibe como una amenaza a la seguridad. Más allá de la economía, Estados Unidos está preocupado por el potencial uso militar que China podría darle a su infraestructura en Panamá.
La General Laura Richardson, excomandante del Comando Sur, ha alertado sobre la posibilidad de que China utilice su presencia en los puertos panameños con fines militares en caso de un conflicto con EE.UU., lo que eleva las tensiones entre ambas potencias.
El nuevo mandato de Trump ha dejado en claro que su administración no permitirá que el Canal de Panamá caiga bajo una mayor influencia china. En su discurso de toma de posesión, mencionó su intención de "recuperar el canal", lo que ha generado reacciones en toda la región.
Algunos ven esta declaración como una táctica extrema de negociación, pero lo cierto es que el canal ha vuelto a ocupar un lugar destacado en la política exterior de Estados Unidos.
El impacto de esta postura no se ha hecho esperar en América Latina. Mientras algunos países, como Brasil y México, se han distanciado de las políticas de Trump y han reafirmado su independencia en materia de relaciones exteriores, otros como El Salvador y Ecuador han mostrado disposición a colaborar con la visión estadounidense.
En Centroamérica y el Caribe, donde la influencia china ha crecido, la presión de EE.UU. sobre Panamá es vista con precaución, ante el temor de que esta situación sirva como excusa para intervenciones económicas bajo el pretexto de la seguridad.
El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, ha sido firme en su respuesta a las presiones externas, declarando que "el canal pertenece a Panamá y no está en discusión".
Sin embargo, la presión de EE.UU. ya se está haciendo sentir. El gobierno panameño ha comenzado a tomar medidas que distancian al país de China, como la revisión de concesiones a empresas chinas y la cancelación de proyectos, entre ellos la construcción de una embajada china cerca del canal.
La neutralidad histórica del Canal de Panamá está siendo socavada por las tensiones geopolíticas actuales. Mientras Estados Unidos busca frenar el avance chino, China continúa fortaleciendo su presencia en la región. A
diferencia del pasado, Washington no necesita desplegar fuerzas militares para reafirmar su control; su verdadero poder reside en la presión económica y financiera, una herramienta que Trump ya ha utilizado en otros casos, como las recientes sanciones y aranceles impuestos a México y Canadá.
En un escenario cada vez más tenso entre China y Estados Unidos, el Canal de Panamá ha dejado de ser simplemente una vía comercial para convertirse en un símbolo de la pugna por el poder global. Y en este contexto, Panamá ya no puede mantenerse al margen de la disputa.
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