Corría el minuto 54 del Clásico Nacional, córner de Gudalajara que la Morsa Flores remata a primer poste, donde Guillermo Ochoa lo rechaza de un manotazo a la altura de la línea.
Chivas terminó la jugada con un tiro desviado y el VAR entró en acción para revisar un posible gol fantasma.
Dos tomas fueron clave para tomar la decisión, una alta desde el poste cercano a la jugada y otra alineada en el piso al palo contrario. En ninguna se encontró evidencia suficiente para darle el tanto a la visita.
Pero debido a que el videoarbitraje hace uso de las cámaras de la transmisión de televisión, en este caso TUDN, los aficionados chivas pensaron lo peor.
La mala fama del América y sus beneficios arbitrales nació en los años 80, cuando todo el futbol mexicano pasaba por las oficinas de Emilio Azcárraga Milmo, entonces presidente de Televisa. Pese a que nunca se han probado tales robos, el estigma no es imborrable, haciendo del azulcrema el más odiado de México.
La polémica jugada despertó el debate sobre la necesidad de utilizar en México el Ojo de Halcón, aplicación que utiliza cámaras estratégicamente colocadas en la portería y una red de sensores conectadas al reloj del árbitro para indicarle cuando la pelota rebase la línea de meta en su totalidad.
Esta tecnología importada del tenis en 2012 por la FIFA y que ya es común en la Premier League, Bundesliga y Champions League. Sin embargo, el alto costo que implicaría instalarla en los 18 estadios de Primera División, lo impide a la Federación Mexicana de Futbol.
Pero las cosas podrían cambiar con la Copa del Mundo 2026, en la que México albergará 10 encuentros en tres estadios: el Azteca del América, el Akron de Chivas y el BBVA de Monterrey. Al ser el Ojo de Halcón reglamentario en las competencias de la FIFA, estas tres sedes podrían marcar el inicio de su aplicación completa en el futbol mexicano.
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