Todos tenemos algo que dar



Todos tenemos algo que dar

El alma generosa será prosperada, y el que sacie a otros, también él será saciado” Proverbio de Salomón.

Tenemos mucho que dar, pero en muchas ocasiones no hay la disposición para hacerlo. Lamentable hay personas que se cierran en su mundo y solo piensan en ellas, sin pensar en el prójimo que está necesitado de una palabra de aliento para seguir su camino.

Tal vez tan sólo necesite un gesto de amor porque está carente de él o necesite sentir que alguien que ve su necesidad, lo apoya.

Recordemos que el tiempo que tenemos sobre esta tierra es limitado y que tal vez se nos vaya pronto. Que cuando ese momento llegue, nos podamos llevar la satisfacción de haber servido a nuestro prójimo supliendo alguna de sus necesidades.

Todos tenemos algo que dar

Por desgracia, vivimos en un mundo de carencias y lo podemos ver en todos los niveles.

Pero es doloroso cuando vemos a padres que niegan a sus hijos todo y los abandonan a su suerte. Les niegan lo más esencial que es el amor, convirtiéndolos así en personas resentidas que van tras los vicios y la delincuencia, carentes de todo y rechazados por la sociedad.

“El que piensa en el pobre, en el día malo lo librará Dios”. Salmo de David. Por fortuna existen personas muy generosas, que dan de lo poco o mucho que tienen. Ellas, sin saberlo, están haciendo una buena siembra y un día Dios compensará su acción con una buena cosecha.

Cuando se da de corazón y sin esperar una recompensa, es Dios quién regresa lo que se ha dado, muchas veces en abundancia.

Un día me tocó conocer a una persona muy egoísta. Recuerdo que me mostro que tenía un closet repleto de ropa, mucha de ella vieja y pasada de moda.

Cuando le dije que por qué no la regalaba a quienes la necesitan, me comentó que no le gustaba regalar nada, pues a ella no se la regalaban.

Esa respuesta me dejó ver sus sentimientos. Estás personas que son indiferentes no piensan en los que están sufriendo y viviendo en situaciones de carencia.

¿Por qué debemos de dar? Primero que nada, porque es un mandato divino. Cuántas veces ha llegado a nosotros alguien con la necesidad de ser escuchada porque tiene un problema.

Esa persona tal vez nos tiene confianza y quiere solo un poco de nuestro tiempo para desahogar su pena. Al darles esa oportunidad, la persona se va aliviada al recibir palabras de aliento.

Cuando alguna persona que apreciamos ha perdido un ser querido ¿por qué vamos a acompañarla? Para demostrarle nuestro afecto.

Sabemos que son momentos difíciles y que en esos momentos necesita recibir palabras de consuelo que serán como un bálsamo para su espíritu angustiado, sintiéndose confortada con nuestra presencia.

Jamás olvidemos que, hasta un vaso de agua fría, tiene su recompensa. Abramos nuestras manos para dar, eso agrada a Dios.

Todos tenemos algo que dar. Estemos dispuestos a hacerlo, no nos fijemos en lo que hacen o no hacen los demás. Tomemos en cuenta que Dios ve nuestro corazón generoso y lo compensará como sólo Él sabe hacerlo. Las personas que tienen sus manos cerradas se pierden el privilegio de ser grandemente bendecidos.



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