En el artículo anterior, hablamos que un hijo de Dios es el resultado que se origina a través de la fe en el Señor Yahshua El Mesías que habría de venir al mundo para darnos el perdón de pecados, salvación y vida eterna a aquellos que creyeran en Él.
La biblia dice: Y a los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan 1:12,13; Isaías 9:6,7; Hechos 4:12; Mateo 26:28).
Ahora que somos hijos de Dios, el Señor nos ha heredado su Santo Espíritu quien nos lleva también a cumplir deberes como cristianos para honrar a nuestro Padre, porque escrito está:
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. (Ezequiel 36:26,27).
Es el Espíritu de Dios quien renovará nuestro espíritu. Recordemos que cuando éramos niños, lo que veíamos y escuchábamos de nuestros padres, lo imitábamos y lo tomábamos como el conocimiento que usaríamos en nuestras propias acciones; es que nuestra propia naturaleza hace que aprendamos imitando conductas de nuestro entorno, siendo ésta la base principal de nuestro aprendizaje.
Ahora como hijos de Dios y contando con el Espíritu Santo, con mayor razón debemos ser imitadores del Señor Yahshua andando en amor y en la luz modificando nuestro estilo de vida.
La palabra de Dios dice: Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.
Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.
No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor.
Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprenderlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto.
Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo.
Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.
No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Yahshua. (Efesios 5:1-20).
Es necesario que como hijos de Dios maduremos en nuestra fe para que tengamos una conducta apropiada para honrar al Padre. Todo requerimiento del Padre lo podemos lograr siendo enseñados conforme a la verdad de la palabra.
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12).
Es la verdad de la palabra que hará que no tengamos mezcla de lo puro e impuro que nos lleve a contaminarnos como lo estábamos en la vieja naturaleza, sino que por el poder de la palabra mantendremos nuestra nueva naturaleza en Cristo libres de contaminantes mundanos, y seremos como la luz de la aurora, que va en crecimiento hasta que el día sea perfecto.
Ahora que somos hijos de Dios, aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica así mismo, así como él es puro. (1 Juan 3:2,3).
Nosotros seremos semejantes a Él, eso es una promesa; no vamos a ser idénticos a Él, sino que nos pareceremos a Él; y eso es un incentivo para vivir una vida de santidad.
La palabra de Dios dice: como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. (1 Pedro 1:14-16).
Esto es maravilloso, Dios ve en nosotros aquello que Él puede hacer de nosotros; el Señor no ha dejado de trabajar en nosotros, aún no ha terminado su obra transformadora. El Señor nos seguirá dándonos forma como el alfarero moldea el barro para hacer de él una hermosa vasija.
Amado lector: si crees en el Señor Yahshua, pero aún no lo has recibido en tu corazón, te invito que lo hagas para que seas hecho hijo de Dios. (Juan 1:12). Ora así:
Señor Yahshua, el Mesías que habría de venir para morir en la cruz para el perdón de los pecados del mundo. Creo que tú eres el Hijo de Dios Yahweh quien te levantó de los muertos para justificación y salvación para todo aquel que en ti cree. Hoy confieso que soy un pecador y me arrepiento y te pido perdón. Abro mi corazón y te recibo como Señor y Salvador de mí vida. Crea en mí un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.
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