El gobierno de unos cuantos (hacendados, mineros, cafetaleros) que, debido al poder económico del que se hicieron a la mala, y luego lo fusionaron con el naciente Estado latinoamericano, es una buena manera de definir, inicialmente, a las oligarquías latinoamericanas. En México la oligarquía está integrada por familias que siguen explotando la tierra, la industria minera, pero su poder se ha fortalecido en otros sectores de la economía como la industria, el comercio y las finanzas. En otros lugares, existen familias cuyo poder tiene como fuente su relación con la tierra como ocurre en el Departamento de Santa Cruz, en Bolivia, principal centro de resistencia al gobierno Evo Morales y de Luis Arce. En esos lugares, aún se mantiene a familias de indígenas como sirvientes que cuando fallecen quienes los llevaron a prestar sus servicios en las haciendas, los venden o se los heredan entre las mismas familias (ver: Patzi Paco, Félix. (2005). Polarización del País entre el Movimiento Indígena y la Oligarquía Cruceña. Temas Sociales, (26), 85-108).
Hasta finales del siglo pasado estas oligarquías que en algunos países se revitalizaron con el surgimiento de grupos que se insertaron a otros segmentos de la economía como en el caso de México, a partir de la posguerra, perdieron el poder que llegaron a dominar por siglos, con diferentes características de acuerdo a cada lugar. No fue cualquier pérdida, habrá que observar lo que hace Salinas Pliego, Emilio Azcárraga, o el “Diablo” Fernández, dueño de los Oxxo. En algunos países, en donde el Estado y el gobierno se confundía con la posesión de tierra, minas, petróleo, gas, estaño, plata, café y la caña de azúcar, todo se combinaba con la creencia de que, aparte de todo, las élites oligarcas se consideraban predestinadas a gobernar a los “indios” (ver: Waldo Ansaldi. (2017). ¿Clase social o categoría política? Una propuesta para conceptualizar el término oligarquía en América Latina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 15, núm. 60, pp. 40-47, 2017).
El poder que ejercieron sobre el Estado a través de modelos de sistemas de partidos políticos en donde se establecía el voto en función de la riqueza y de saber leer y escribir, fue desvaneciéndose poco a poco desde la mitad del siglo pasado, con el surgimiento de lo que ha sido llamado todavía gobiernos “populistas”. El odio de la oligarquía contra estos gobiernos no se oculta en la actualidad, todavía tratan de imponer una lectura despectiva con respecto a los gobiernos que iniciaron el socavamiento de las oligarquías latinoamericanas. Las oligarquías sentían y sienten un odio muy especial en contra de la palabra “pueblo” que se constituyó en el eje de los gobiernos nacionalistas latinoamericanos. Las expresiones de ese odio saltan en los medios electrónicos contra gobiernos como el de Venezuela, Bolivia, Ecuador (con Correa), Colombia, México, Brasil, Honduras, Guatemala.
Les descompone el estómago mirar a modestas mujeres y hombres, campesinos, indígenas, habitantes empobrecidos de colonias populares, obreros, comerciantes informales, en puestos de poder o, simplemente, que en las redes sociales expresen sus puntos de vista, su protesta. ¿Cómo? Los que antiguamente eran sus choferes, les lavaban la ropa, los trastes, los autos, les traían y llevaban el carrito en los supermercados de la clase media alta, les lavaban los cristales en las esquinas, ahora gobernando o gobiernos emitiendo leyes para protegerlos. Qué creen, estimados lectores, que les parece la imagen de los “Ponchos rojos” (indígenas bolivianos) en manifestaciones conmemorativas en Santa Cruz (Bolivia, asiento de la oligarquía golpista) y como representantes dentro del poder que emergió en Bolivia, con un asiento en el parlamento, con todos los riesgos que avizora Gutiérrez Aguilar (Ver: Gutiérrez Aguilar, Raquel. (2011). Los ritmos del Pachakuti: Cómo conocemos las luchas de emancipación y su relación con la política de la autonomía. Desacatos, (37), 19-32).
La oligarquía ha contribuido a su propio debilitamiento porque no han aprendido a gobernar para el pueblo, ni aprenderá porque es imposible cuando se ponen por delante los intereses económicos, políticos y raciales (su triunfo moralmente imposible, diría AMLO). La democracia no les interesa si no está controlada por ellos. En Venezuela y Bolivia, no midieron las condiciones de fuerza y se lanzaron a golpes de Estado sin importarles las formas. En Brasil, en estos días existen investigaciones contra el expresidente Jair Bolsonaro por golpista. Las oligarquías latinoamericanas no pueden entenderse sin la presencia o injerencia abierta o encubierta de dependencias del gobierno estadounidense. Las debilidades estructurales de las oligarquías locales las hace no sentirse seguras en el contexto en el que viven y, por tanto, acuden constantemente en la búsqueda de protección de una fuerza exterior.
Las oligarquías latinoamericanas saben la orfandad en la que se encuentran porque en esta parte del subcontinente y en el mundo han ocurrido cambios sustanciales: al desplazamiento político se acompaña el económico a nivel local y mundial. La élite política estadounidense ha reconocido (ver los podcasts recientes del profesor Jalife) que el poder mundial que ejercían ya no existe como un poder único. Que ahora comparten ese poder con otras potencias, entre ellas China y Rusia. Lo anterior, está más que claro en la guerra a la que EU llevó a Europa contra Rusia, utilizado para ello a Ucrania. El gobierno de EU ha reconocido que la guerra no ha debilitado la economía rusa como ellos pensaban que ocurriría con la guerra. En Latinoamérica y el Caribe, como ya lo hemos expuesto en anteriores entregas, el poder económico de Europa en Latinoamérica ha sido desbancado por las inversiones chinas y con EU se encuentra casi a la par. La capacidad de inversión en las economías de esta parte del continente se encuentra en Asia y no en EU.
Con lo anterior no deseamos minimizar las capacidades de manipulación cultural que todavía posee la potencia estadounidense, pero el surgimiento de corrientes políticas progresistas y otras que se han propuesto revoluciones pacíficas en Latinoamérica y el Caribe, están en consonancia con lo que ha ocurrido en la región y el mundo. Lo anterior ha desorientado segmentos de la izquierda tradicional de nuestra subregión. En Venezuela, Bolivia, Ecuador y México mismo, segmentos de la izquierda han conformado bloques únicos con la oligarquía o sus representantes políticos (ver el texto de Lorgio Orellana Aillón. (2020. La caída de Evo Morales, la reacción mestiza y el ascenso de la gente de bien al poder). El PRD, lo que queda, apoyando a Xóchitl Gálvez, quien acude a los EU a pedir ayuda al gobierno de ese país y a los organismos como la OEA quienes encabezaron los golpes de Estado en Perú contra Pedro Castillo, Evo Morales, en Bolivia y Chávez(Maduro, en Venezuela.
La vista de Xóchitl a EU es parte del catálogo de acciones que las oligarquías golpistas siguen en Latinoamérica con el fin de regresar al poder. A pesar de que han anunciado la búsqueda apoyo para la vigilancia de los comicios presidenciales, ellos saben que no les interesa mucho el resultado como el crear condiciones favorables para un golpe que los reinstale en el poder. Existen condiciones como nunca para que el proceso electoral se lleve con la limpieza que antes no existía, pero el fondo que los mueve es otro. Allá, existen oídos que los escuchan mientras le guiñen el ojo. Saben que están ya metidos en el cuerpo de las oligarquías y sus representantes políticos, los que ahora fingen visitarlos.
No olvidemos: existe un hilo conductor que vincula a las oligarquías con las dictaduras militares que existieron en el Cono Sur, durante la década de los años setenta (ver González Castro C. (2015). El legado de la oligarquía y la herencia de las dictaduras, Polis, revista latinoamericana).
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