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Por Rafael Alfaro Izarraraz
Columna:

El Katarismo histórico bolviano

2024-01-03 | 01:28 p.m.
El Katarismo histórico bolviano
Diario del IstmoDiario del Istmo

José Gabriel Condorcanqui, que más tarde adoptó el nombre de Túpac Amaru Inca II, cacique de Tungasuca, reclamó el trono inca ante la administración española instalada en Perú, en razón de que se consideraba descendiente de quienes fueron avasallados por la conquista, aunque integrantes de la élite india fue merecedora de algunos privilegios, con el fin de evitar que se opusieran al gobierno colonial. Ante la negativa a ser reconocido como heredero del trono inca, Túpac se autonombró heredero del trono, lo que ocasionó la molestia del imperio pues ese reclamo implicaba un acto de insubordinación ante al Corona. En tanto Túpac tomaba decisiones a favor de la población indígena y en contra de los administradores coloniales, la corona decidió emprender su captura. 

La rebelión contra la administración colonial y el imperio español inició en noviembre de 1780 y finalizó seis meses después, un 6 de abril de 1781, cuando fue derrotado su ejército y entregado por algunos traidores que surgieron al interior de ese cuerpo insurgente. El castigo, la sentencia dictada un 18 de mayo de 1781: Le cortaron la lengua y su cuerpo fue tirado por caballos para su descuartizamiento. La fuerza de los caballos no fue suficiente para desmembrar su cuerpo y entonces se procedió a su decapitación para provocarle la muerte de manera definitiva. La rebelión continuó de la mano de integrantes de su familia. En la Audiencia de Charcas, continuó la rebelión. Ahí aparece el nombre de Tomás Katari y sus primos Dámaso y Nicolás.

El contexto en el que se presenta el katarismo histórico se debe enmarcar en un ambiente social determinado por el interés de los borbones españoles en ajustar los hilos de poder en la Nueva España ante las rebeliones independentistas que venían tomando forma, luego de la guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), la Revolución francesa (1789) y la rebelión de los esclavos negros en Haití (1791-1804). La carga impositiva y el despojo de tierra sobre las comunidades indígenas empezó a pesar en la vida cotidiana de las comunidades indígenas. Los caciques administradores eran cambiados por la administración si no aplicaban adecuadamente las medidas impositivas que “ayudaban” a recabar recursos financieros para la corona. El trabajo en las minas, la escasez de tierras, deudas, entre otros factores, impactaron la vida de los indígenas.

En la Audiencia de Charcas, los caciques entregaban una lista “rasurada” de sujetos de impuesto a la administración de la Corona. Los no registrados era parte de la corrupción como práctica que imperaba al interior de la administración del virreinato. Los no registrados significaba ingresos mal habidos de parte de los malos administradores locales. Los indígenas denunciaban ante el virreinato lo que ocurría. Aquí aparece en acción Tomás Katari, quien luego de las denuncias fue reconocido por la administración de la corona instalada en Buenos Aires, como cacique recaudador. Esto lo enfrentó con el recaudador Blas Bernal y el Corregidor Joaquín Alós. Estos dos últimos personajes actuaban en común acuerdo y se tornaron en contrarios de Katari, debido a las denuncias que hicieron.

La distancia que existía entre la administración virreinal y el que existía en la península, era aprovechado por los administradores locales para favorecer sus intereses. Aunque Tomás Katari fue reconocido como administrador, los encargados de la administración local trataron a toda costa de evitar sus actos y lo lograron. En diciembre de 1780 Katari fue aprehendido por el Corregidor y puesto en prisión. La presión de los indígenas por liberarlo ocasionó que la autoridad determinara llevarlo a la prisión de la ciudad de La Plata. En el trayecto, en enero de 1781, el contingente que llevaba preso a Tomás Katari fue interceptado por los indígenas, pero los responsables de Katari lo asesinaron y lanzaron su cuerpo a un despeñadero, junto al de su amanuense, Isidro Serrano, quien ponía en escrito las decisiones que se tomaban.

Las disputas eran desiguales. Por lo general los grupos indígenas utilizaban piedras, palos, hondas, para defenderse o iniciar luchas por defender sus intereses. A pedradas mataron al corregidor, Antonio de Acuña, y a sus acompañantes. Fue él quien ordenó matar a Tomás Katari de un disparo en la cabeza para después despeñarlo. En venganza los indígenas les sacaron los ojos a Acuña y los cuerpos sin enterrar. Los cuerpos de Katari y Serrano fueron rescatados y llevados a Quilaquila para que fueran sepultados en el panteón. Los primos de Tomás, Dámaso y Nicolás, entraron a la sucesión en la lucha contra la colonia: sus objetivos eran terminar con la distribución forzada de mercancías, eliminar las alcabalas, algunos impuestos y elegir a sus autoridades. Tomás Katari fue un administrador que deseaba prácticas justas de la administración colonial con respecto a los indígenas.

Los primos de Tomás fueron otro tipo de liderazgo. Tanto Dámaso como Nicolás eran claramente figuras políticas que intentaron establecer un poder alternativo. Esa intención fue dirigida hacia las ciudades gobernadas por las élites criollas y mestizas, orientados por las demandas que en el párrafo anterior hemos referido. Desarrollaron estrategias de tomas de ciudades. En una de ellas, lograron reunir a siete mil hombres en el cerro de “La punilla”, en el asedio a La Plata. La estrategia falló al parecer por la falta de apoyo de algunas comunidades indígenas que no llegaron cuando se le necesitaba, así como por las estrategias de división aplicadas por el poder local. Durante el asedio a la ciudad de La Plata ocurrieron negociaciones porque los Katari querían recuperar los documentos que le habían sido incautados a Tomás Katari, en La Plata. Creían que había documentos en donde desde la Península habían tomado medidas en favor de los indios y no eran conocidas por ellos.

Durante las negociaciones, ante el intento fallido de desalojo de parte de la administración virreinal, se les entregaron los documentos que habían sido incautados a Tomás Katari, en La Plata. Se ofreció un perdón. Eso ocasionó la división al interior de los integrantes de los sublevados. El contingente de Moromoro, se retiró de La Punilla. Más tarde, un contingente militar dirigido por el coronel Ignacio Flores, logró desalojar a quienes ocupaban La punilla, de manera violenta. Dámaso y Nicolás, lograron huir, para después ser apresados por grupos de indios que los traicionaron. Ambos, en lugares distintos, fueron entregados a las autoridades. Tanto por Dámaso como por Nicolás, había una recompensa por su captura de dos mil pesos, plata. En mayo de 1871 fueron ejecutados. Continuará.

Fuente: Soux, Maria L. (2014) Bolivia. Su historia. Reforma, rebeliones e independencia 1700-1825. Tomo III. Coordinadora de Historia/De la presente edición: La razón, Bolivia.

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