¡Reloooj…No marques las horas…!




Con singular entonación, cantaba El reloj quien fuera uno de los padres fundadores del bolero en México: Roberto Cantoral (1935-2010). Oriundo de Tampico, falleció en Bronswille, Texas y más de una vez, en Bar-Zovia de General Figueroa, se le pudo oír acompañado de Chamín Correa, guitarrista impar.

Se le invoca aquí en tanto este domingo llega el famoso cambio de horario. En teléfonos inteligentes, computadoras o tabletas, la modificación se dará de manera automática. Si el inteligente es el usuario, no andará por ahí volviendo tendencia el cambio de horario ni diciendo que le robaron una hora: ¡maldito gobierno neoliberal que decretó esto!, porque, a alguien hay que echarle la culpa de todo, ¿o no?

La modificación horaria se extenderá hasta el 31 de octubre; dice la Sener de doña Chío que el sábado antes de irse a dormir adelante una hora su ¡reloj no marques las horas!

***

Donde no marcan las horas es en Walmart de Boca del Río donde al parecer los ladrones tienen patente de corso para lo que sea. Verá usted, resulta que hay gente ociosa –malandrines no, y de poca monta, menos— que entran a Walmart de Boca del Río, evaden la vigilancia acuciosa de los cuicos y las cuicas del Ipax que husmean en los carritos de las personas d-e-c-e-n-t-e-s, a la cual la dilecta clientela proveniente de adivinar cuál arrabal embauca metiendo en la bolsa de las playeras Rimbros unas Hanes y en la bolsa de Hanes cuela las Rimbros.

¿Adivina usted cuál de las dos marcas es las más económica y cuál no? Bueno, usted sí, pero el lector del código de barras no, así que alguien anda estrenando playeras a costa del ciudadano honrado y decente que fue triplemente timado; primero, por los cuicos y cuicas del Ipax que no vigilan una ‘ingada’; segundo, por los cambistas que sacan una prenda y meten otra, y tercero, por el lector del código de barras que marca a favor de la tienda y en perjuicio de la gente honrada el precio de un producto que no es tal. ¿Qué eso pasa todos los días? Es probable, pero no tiene por qué normalizarse, ni aceptarse, ni tomarse a broma.

El asunto es tan serio como que un expendio de sushi llamado Tadaya no expida facturas. ¿Alguien del SAT en la sala?, he ahí una tarea para el recaudador de impuestos. Encuentran una sucursal en Costa Verde y otra en Lerdo casi Guerrero. Ni Google Maps es tan rápido como esta columna para ubicarlos.

¿Se acuerdan los lectores de aquel café La Merced propiedad que fuera del finado Aurelio Ibáñez? Bueno, pues a La Merced se la cargó el pintor, entre otras cosas, no sólo por la pésima administración en sus días finales, sino porque entre el SAT, el IMSS, los proveedores, el sindicato y la pandemia –por supuesto— le clavaron las garras en la yugular hasta desangrarla.

Esta columna, ¡Dios nos libre!, no le desea el mal a nadie pero, amiguitos de Walmart y Tadaya Sushi, no le peguen en la…frente al poco o mucho prestigio que tengan. La Profeco y el SAT y los variopintas inteligencias al servicio de esta columna todo lo oyen, todo lo ven.  ¡Ahreee!



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