Venimos señalando, algunos meses atrás, lo que sucederá en los tiempos finales conforme a las profecías escritas en la biblia, pero no queremos cerrar este tema sin mencionar los cambios que hará Dios en su creación los postreros días. Conforme a la profecía del apóstol Juan, el cambio final que hará Dios en su creación, será establecer el Reino Eterno, la Nueva Jerusalén. Juan revela.
Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo.
Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios.
Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.
Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.
El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa.
El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.
Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio. Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. (Apocalipsis 21:9-27).
En este capítulo, el énfasis está en la Nueva Jerusalén, en como luce y de qué está compuesta. Como antes lo habíamos mencionado, el juicio produce reino, por esta razón, uno de los siete ángeles que tenía la copa de la ira, mostró a Juan la desposada del Cordero. (Apocalipsis 21:9).
Esto nos dice que el establecimiento pleno del reino de Dios no puede tener lugar sin antes haber juzgado a este mundo.
Enseguida, una unión perfecta es la que ve Juan, una novia, la esposa del Cordero ataviada con vestiduras de salvación y manto de justicia adornada con sus joyas, y a su esposo Cristo, quien amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (Isaías 61:10; Efesios 5:25-27).
Mostrada la gran ciudad santa de Jerusalén que desciende del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. (Apocalipsis 21:10,11). Una de las principales características del reino de Dios es que Dios mismo estará en ella como su Dios, habiendo una relación estrecha entre el reino de Dios y el pueblo de Dios.
Esta ciudad tiene fundamentos en el monte de Sion, cuyo arquitecto y constructor es Dios. (Hebreos 11:10; 12:22).Y fue llevado Juan en el Espíritu a un monte alto y le fue
Y el resplandor de la santa ciudad será la gloria de Dios como el brillo intenso de la piedra de jaspe que deja pasar la luz a través de sí casi en su totalidad. (Apocalipsis 21:11).
La ciudad santa tendrá un muro grande y alto que lo podríamos interpretar como la seguridad que da nuestra salvación. (Salmos 18:1,2). Observamos también que literalmente, este muro tendrá 12 puertas y en las puertas doce ángeles y nombres inscritos, que serán los de las doce tribus de los hijos de Israel; y también estarán distribuidas de la siguiente manera: Al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. (Apocalipsis 21:12,13).
Esto nos habla que el acceso a la nueva Jerusalén se produce a través de la nación judía ya que por ella son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. (Romanos 9:3-5).
Observemos también que la disposición en la que las tribus estarán colocadas (en las cuatro direcciones cardinales), nos recuerda la forma en la que el pueblo de Israel en el pasado había acampado alrededor del tabernáculo (Números 2), y de igual forma como lo señala en los nombres de las puertas de la ciudad que profetizó Ezequiel: al norte, Rubén, Judá y Leví. Al oriente: José, Benjamín y Dan. Al sur: Simeón, Isacar y Zabulón. Al occidente: Gad, Aser y Neftalí. (48:31-35).
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