Por María Jovita Ordóñez Rodríguez
La víspera de mi primer día de clases, yo estaba por cumplir cinco años, era el año 1959. Era tal mi emoción por entrar a la escuela que no dormí en toda la noche, ni dejé dormir a mis queridos padres, cada hora los despertaba diciéndoles: - ¡Ya vámonos a la escuela se me va a hacer tarde!
Me habían inscrito para cursar la preprimaria en un colegio de religiosas, era de las pocas escuelas particulares que había en Coatzacoalcos en aquellos años. Esta escuela se ubicaba en la esquina de Gutiérrez Zamora con Venustiano Carranza, al lado de la logia masónica Coatzacoalcos.
Por fin, amaneció y mi mamita se esmeró en arreglarme con mi uniforme nuevo: delantal de cuadritos blancos con azul y blusa blanca, zapatos negros y tobilleras blancas, y un peinado de hermosas trenzas. Llegamos al colegio, nos formaron en el patio por grado escolar y nos dio la bienvenida la directora del colegio la Madre Gloria Medina López.
Todas las maestras de la institución eran religiosas. Pasamos al salón de clases y nos presentaron a la Madre Ninfa, una monjita muy joven, delgadita y de tez blanca, ella fue mi primera maestra. Me encantaba estudiar. Cada viernes daban calificaciones en unos llamados “boletines” en donde reportaban el aprovechamiento, conducta y moral (religión). Se reconocía a los alumnos más destacados; del primer lugar hasta el décimo lugar la mención era “sobresaliente”. Después del décimo primero al vigésimo eran “notables”. No es por presumir, pero durante todo el año escolar obtuve el primer lugar, aunque en la clausura otra compañerita, que por cierto era nieta de un político famoso que fue presidente municipal, obtuvo la “excelencia”. Ni modo me quedé con mis primeros lugares obtenidos durante todo el año. Las ceremonias de clausura de fin de cursos regularmente eran en el Auditorio Municipal, ubicado a un costado del Palacio Municipal.
Y así, seguí echándole muchas ganas al estudio, compartiendo los primeros lugares con otras niñas muy inteligentes; ah, en esos tiempos, el colegio sólo admitía a niñas. Algunos años después ya se permitía la inscripción a niños y jóvenes en los niveles de primaria, secundaria y preparatoria.
Después el colegio cambió de instalaciones al sitio donde vivían las monjitas, por el rumbo de la carretera Transístmica, muy cerca de la agencia de automóviles Ford cuyo propietario era el señor Juan Osorio López. Con el cambio de ubicación, salimos ganando los alumnos ya que ahora se contaba con espacios más amplios y muchas áreas verdes, en los que recuerdo que instalaban redes para jugar volibol, también recuerdo que había cerca un pantano, al que teníamos prohibido acercarnos. El colegio destacaba durante los desfiles de las fiestas cívicas, sobre todo por su elegante uniforme de gala: falda azul, chaleco azul y blusa blanca, boina blanca y guantes. Mientras que, en el desfile deportivo del 20 de noviembre, las niñas íbamos uniformadas con una falda pantalón y playera blanca, lo que nos distinguía del resto de las escuelas.
Otro dato y recuerdo de mis tiempos de colegio, es que mi inolvidable padre, el maestro José Ordóñez Ángeles fue catedrático de esa institución, impartía clases de cultura musical y solfeo además de estar a cargo de la formación de coros, y ser jurado en los concursos de canto y de coros. Era un maestro muy querido por todos sus alumnos por su sencillez y don de gentes.
Toda mi primaria la estudié en este hermoso colegio, al que fueron ingresando también mis cuatro hermanitos: María Elena, José Ignacio, Francisco Javier y la pequeña Charito ya que la institución se caracterizaba por impartir una excelente educación. Al momento que yo concluí mi instrucción primaria y debido a que las colegiaturas fueron al alza, mis queridos padres tuvieron la necesidad de cambiar a mis hermanitos a una escuela pública cercana a nuestra casa, en donde continuaron sus estudios y preparación para posteriormente ser personas respetables y reconocidas. Destacando además los principios y valores morales que nos inculcaron nuestros queridos padres José y María Teresa.
.Con el paso del tiempo el Colegio dejo de estar totalmente a cargo de religiosas, también cambió a otras instalaciones. Actualmente se encuentra ubicado en la calle Román Marín entre las avenidas Independencia y Melchor Ocampo, justo enfrente del Hospital No. 36 del Seguro Social.
Siempre guardaré el grato recuerdo de mi infancia e instrucción primaria a cargo de las monjitas en mi querido colegio de mi primer día de clases.
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