¡Ora sí que estamos pa´ llorar y no hay pañuelo que alcance, mi querido lector! Resulta que nuestro estimado Octavio Romero, el hombre que logró lo impensable –perder 57 millones de pesos por hora al frente de Pemex en el sexenio pasado–, ahora tiene nuevo hueso. Y no cualquier hueso, ¡nada menos que la dirección del Infonavit! Como dirían los jarochos, "¡Ay, qué buena suerte tiene el condenao!"
A ver, déjame ponerte en contexto, porque esta historia está más enredada que pescador con anzuelo nuevo en Villa Allende.
En un análisis reciente, el periodista Rubén Cortés dejó clarito el desastre que Romero armó con Pemex.
Dice Cortés que don Octavio no dejó piedra sobre piedra, que lo suyo fue un cataclismo que puso la economía nacional a bailar la bamba, ¡pero al borde del abismo! Y claro, después de semejante papelón, ¿qué es lo que hace el gobierno? Pues lo premia, ¡faltaba más! Y lo manda a dirigir el Infonavit, porque en este país, al parecer, no se necesita saber para hacer.
Este personaje hizo y deshizo en Pemex con una red de familiares bien acomodados: 11 parientes cobrando en la nómina de la burocracia dorada, ¡y en grande, eh! Nada de miserias. La Plataforma Nacional de Transparencia nos revela que esta "familia feliz" se embolsaba nada menos que 11.3 millones de pesos al año. ¡Hasta el Chocorrol se queda chiquito con este banquete!
Ah, pero esto no acaba aquí. Romero, con su astucia de ingeniero agrónomo (porque de petróleo, ¡ni la hora, compa!), también colocó a su señora esposa como secretaria técnica del Consejo Nacional de Salud y a su hermana en el DIF nacional. Porque si vas a hacer un favor, hazlo bien y a lo grande, como decimos en Veracruz. Así, el amigo Octavio dejó a Pemex al borde de la quiebra, pero eso sí, con la familia bien acomodada. ¡Vaya mérito!
Y ahora, con este historial, la presidenta Sheinbaum le encomienda una misión especial: construir un millón de viviendas desde el Infonavit, sin recurrir a las constructoras de siempre. Y para eso, le soltaron la nada despreciable cantidad de 288 mil millones de pesos.
¡Ay, nanita! Al ingeniero agrónomo que fracasó como petrolero, ahora le toca ser arquitecto. Porque si ya la regaste en el mar, ¿por qué no en tierra firme? Es como confiarle a un taquero la misión de cocinar platillos franceses. Sabroso el taco, pero de croissants, ni idea.
Nada cambia, todo sigue igual: los que fallaron, ahora tienen mayor responsabilidad. Y si eres veracruzano, ya te la imaginas: es como cuando mandas al chiquillo a traer la cerveza y, de paso, se toma dos. Porque aquí en México, no es que le demos segundas oportunidades al talento, sino que premiamos la amistad y la lealtad.
¿Te imaginas el futuro? A este paso, no se necesita ser profeta pa´ saber lo que va a pasar: o el dinero se esfuma en malas decisiones, o las casas resultan un fiasco de primer nivel.
Si el agrónomo Romero logró hundir a Pemex con pérdidas históricas, ¿por qué ahora va a cambiar en el Infonavit? Los veracruzanos decimos, "quien nace pa´ burro, del cielo le caen las orejas". Y con esta misión imposible, lo único seguro es que estos 288 mil millones están más a la deriva que lancha sin remos en el Papaloapan.
Así que, a ver qué sale, compadre. Porque en este México nuestro, lleno de esperanza y creatividad, parece que la única constante es ver cómo los de arriba se equivocan, pero siempre bien premiados. Al final, el pueblo lo observa todo, y en algún momento, hasta el más paciente dice basta. ¡Eso sí, que la Virgen nos agarre confesados!
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