Por Francisco J. Ávila Camberos
Columna:

Imagine

2022-10-29 | 07:06 a.m.
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Imagínese por un momento estimado(a) lector(a) que Usted tiene una tienda y contrata a una persona para administrarla. La ha escogido entre varios aspirantes, porque lo convenció de que contaba con las soluciones a los problemas que su negocio tenía.

Tan pronto llega el nuevo administrador despide a los empleados que trabajaron en la tienda con Usted durante muchos años y eran quienes más sabían acerca de su funcionamiento.

En cambio, los nuevos empleados  son improvisados, jamás han trabajado en algo productivo y mucho menos en una tienda.

Fueron contratados por el nuevo administrador, no en base a sus capacidades, sino porque son sus conocidos, sus amigos o simplemente son parientes de algún amigo o compadre suyo.

Si bien la tienda del ejemplo no tenía utilidades espectaculares, sí le daba a Usted como propietario lo suficiente para  vivir con ciertas comodidades y para ir mejorando poco a poco el negocio, ampliándolo, haciéndolo  competitivo y consiguiendo  más clientela.

Conforme pasa el tiempo, observa Usted con asombro que bajo la tutela del nuevo administrador la tienda luce descuidada, que hay mercancía desperdigada en la bodega, que parte de ésta ya se echó a perder y  que otra parte de la misma ha sido sustraída por los empleados. Que además se le deben grandes sumas a los proveedores, que el nuevo administrador ha dejado de cumplir con los contratos que Ud. dejó firmados, que se ha peleado con los clientes y algunos de ellos bastante molestos amenazan con interponer denuncias en contra suya por incumplir con lo pactado, poniendo en riesgo la existencia de su tienda.

Por si fuera poco, el nuevo administrador ha pedido préstamos cuantiosos que no los ha invertido en mejorar el surtido de la tienda, en renovar su imagen, ni en ampliar sus instalaciones. Tampoco en comprar equipos que les permitan servir a los clientes con mayor rapidez y eficacia; sino que los ha malbaratado en ocurrencias. Lo grave de todo esto es que ahora Ud. será quien sin deberla ni temerla, está obligado a liquidar los adeudos con todo y sus intereses.

El monto de los préstamos es ya tan grande que los nuevos créditos  solicitados por el administrador, apenas le alcanzan para pagar los intereses.

Afortunadamente el contrato celebrado con el nuevo administrador está por vencer. Usted espera que pronto concluya para buscar a otra persona más capacitada que pueda salvar la situación y evite la quiebra de su tienda.

Sin embargo, consciente de que su contrato está a punto de concluir, el actual administrador ya está moviendo sus hilos para convencerlo a Usted de que nombre administrador a otro integrante de su mismo grupo y perfil, argumentando que dicha persona es la idónea para rescatar la tienda, aduciendo que sus planes eran magníficos, pero que le faltó tiempo para implementarlos y que por eso un miembro de su mismo grupo debe ser el que continúe al frente del negocio.

Allá Usted si le cree.

Esta triste historia es real.

La tienda existe.

Se llama México.

Buen fin de semana.



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