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Hipocresía, el viejo arte.

2021-03-06 | 09:02 a.m.
Diario del IstmoDiario del Istmo

A veces, y no pocas, uno se pregunta por qué no se debe ser hipócrita y si cortés, manque no compre en el Corte inglés ni coma en Lavapiés con la chulona de que hablaba Agustín Lara.

En tales digresiones me encontraba cuando el tal Guerra, autor de esta columna, llamóme con cajas destempladas: “Don Filisteo, deje lo que está haciendo y vaya al banco a mover la cuenta que tengo flojera de salir”.

Raudo y veloz, superando a la libre del cuento –que al final, ya se sabe, es derrotada por la tortuga— salí dispuesto a mover la cuenta. La cuenta, tal y como ustedes no sabrán, es una señora que vende chicles cigarros palomitas, aguas frescas, volovanes y empanadas afuera del banco de comercio –BBV don Filisteo, BBV—sí, claro, perdón... Decía usted que La Cuenta es una señora que vende golosinas y a la que nosotros en nuestra infinita misericordia le damos servicio de transporte cuando el banco cierra sus puertas. Y le decimos La Cuenta porque no hay día que no pregunte:¿qué cuenta don Guerra?, ¿qué cuenta Don Filisteo?, ¿qué me cuenta de Mordisquito que no ha venido? Y así ad infinitum como dice el clásico de don Filisteo.

Ahora bien, a La Cuenta quele decimos así porque ni modo que le digamos La Renga Suetonia De los ÁngelesEscarizibuldea y Viuda de Clicó, porque eso nos haría hipócritas, porque La Renga Suetonia es La Cuenta y sólo los hipócritas le dicen Doña Suetonia y los más jijos de su mal dormir le dicen Renga. Nosotros y eso incluye al filosofó don Filisteo, a Mordisquito y al arriba firmante, alias el tal Guerra según La Renga –que no canta mal las rancheras— le decimos La Cuenta.

¿Y a qué viene todo estoescribano? Pues a en si a nada Mordisquito, a nada. A que La renga es La Renga, el Negro es negro y el Blanco es blanco o gringo y los amigos son amigos y nunca son hipócritas y dicen las cosas como son, sin falsas infatuaciones de ánimo ni nada. Y cual sería, según usted, don Guerra, ¿la máxima infatuación del ánimo? Pues verá Mordisquito, la máxima infatuación del ánimo es la del propio ánimo. ¿La del propio ánimo? Claro Mordisquito, esa que se resume en ¡qué bien te ves!, con esa acallamos nuestra conciencia, mitigamos su voz inquisitiva y creemos que el otro está, en efecto, “bien”. Ya sabe, algo así como mi “examigo el rector” diría Aguilar Camín, porque, seguro, ya leyó usted Plagio, su novela más reciente. ¿De quién?, ¡Pues de Aguilar Camín, de quién más! ¡Adio, usted siempre tan estudiao!

Pues como le digo siempre yo don Guerra, no todo el que te zurra es tu enemigo y no todo el que te saca del estercolero es tu amigo, pero ya ve, ¡qué tal ahora!, ¡hasta a cenar lo invitan! Oigan, están en todo. ¿Declaramos oficialmente cerrada la temporada de la hipocresía al revés volteado o la abrimos de nuevo? Ahí como vea Don Guerra, ahí como vea. Y tan tan punto com, ante la imposibilidad de decir tatatatata-tan tan, pues el auto donde movemos a La Cuenta no tiene claxon. ¡Ahreeee

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