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El país de las ocurrencias

2022-04-02 | 09:11 a.m.
Diario del IstmoDiario del Istmo

Imaginémonos por un momento que vamos en una barca, en alta mar y en medio de una tormenta. La embarcación tiene capacidad máxima para 20 personas y vamos apretujadas 30. El borde de la lancha casi coincide con el nivel del agua. Una mala maniobra y si el agua entra la embarcación naufraga.

El motor se detuvo por falta de combustible y también de mantenimiento. Sólo hay remos para 10 personas. Estas se dedican  a remar con todas sus fuerzas para tratar de llegar a tierra firme antes de que se hundan. Una parte de los pasajeros no puede hacer gran cosa porque son ancianos y niños. También en la barca van varios ninis y holgazanes que fingen debilidad o incapacidad para no tener que remar o para remar menos que los demás. Dentro de este grupo van políticos y lidercillos que acostumbran vivir del esfuerzo y trabajo ajeno. Estos solo gritan.  Dan órdenes y contraórdenes absurdas; pero no reman. La comida y el agua potable casi se terminan.

La tormenta arrecia. No se sabe con exactitud cuánto tiempo va a durar. Los remeros se cansan y empiezan a desanimarse porque a pesar del esfuerzo hecho, parece que no van a ninguna parte. El que pusieron al mando de la barca, perdió la brújula y ni él mismo sabe dónde se encuentran ni adónde van. Algunos de los pasajeros gritan, otros rezan, otros más piensan en tirarse al agua desesperados. Piensan que nadando solos tienen mayores posibilidades de salvarse.

Los más optimistas anhelan que pase pronto un barco y los recoja. Estos animan a los remeros a seguir luchando.

Como algunos empiezan a sospechar que el encargado de conducir la lancha no tiene la más remota idea de dónde los conduce, se lo manifiestan al susodicho.

Éste, alarmado y preocupado porque los pasajeros enojados pueden tirarlo por la borda, empieza a ofrecerles a los remeros que les va a dar más tiempo de vacaciones y descansos para que disfruten del paisaje y aparte mejores salarios, más agua y comida, aún a sabiendas de que ya no queda nada que repartir.  

Les habla de la importancia del descanso y de otras cosas que les endulzan el oído a los incautos. Sin embargo, en medio del meloso y encantador canto de las sirenas que sale de la boca del encargado de la barca, hay quienes piensan: Si dejamos de remar  nos vamos a pique.

Así, esos valientes siguen remando y remando, esperanzados de que la tormenta pase pronto o los recoja un barco.

Ahora bien: Ese barca se llama México y en ella vamos todos los mexicanos. Está en medio de una tormenta perfecta. Inflación desbocada, escasez de varios productos, inseguridad, ausencia de estado de derecho, bajo crecimiento económico, baja productividad y cambios constitucionales constantes que asustan a los emprendedores e inversionistas. Sin ellos no hay empleo, ni generación  de riqueza. Tampoco impuestos ni salarios.

Por eso me preocupa la situación. Muchos negocios ya cerraron. Algunos más están por hacerlo. Continuará la crisis si siguen las ocurrencias como subir salarios por decreto sin antes incrementar la productividad, haciendo que todo suba de precio y el aumento salarial se haya esfumado; aumentarles del 2% al 15%  a los patrones su aportación al Sistema de Ahorro de Retiro de los Trabajadores, ( SAR ); y la nueva puntada de duplicar el número de días de vacaciones anuales. Con esas decisiones, para que quiere enemigos México. Sus propios dirigentes lo acabarán hundiendo.

La economía naufragará por la inflación y el estancamiento o retroceso de la producción. Después de esto vendrá la devaluación que es la consecuencia inmediata del aumento generalizado de precios.

Quien no entienda esto, pregúntenle a quienes vivieron en la década de los 70s y 80s.  La inflación llegó al 150% anual. Los precios subían cada semana. Muchas familias perdieron todos sus ahorros y también muchos trabajadores su empleo. El dólar subió de $12.50 pesos a $18.00, luego a$20.00. Después a $50.00. Más tarde a $80.00, luego a  $250.00 y cuando nos dimos cuenta ya había rebasado los mil pesos, llegando hasta $2,500.00 por dólar.

Era tan complicado hacer cuentas que hubo que quitarle tres ceros al peso. Las calculadoras de esa época no tenían espacio para tantos dígitos.

Hubo escasez de todo. Pasta de dientes, desodorantes, papel de baño, jabón y leche, entre otras cosas. Para tratar de paliar las cosas el gobierno de entonces decretó el control de precios. La medida resultó peor. Surgió el mercado negro y hubo mayor escasez.

Muchas personas tuvieron que recurrir al trueque. La moneda fraccionaria escaseó tanto que las tiendas daban el cambio con chicles.

Las tensiones sociales crecieron.

Tal parece que si no abrimos los ojos y actuamos pronto vamos a repetir la misma historia.

Es bueno mejorar los salarios. Es bueno aspirar a tener mayores días de descanso y esparcimiento al año. Pero para lograrlo, hay que empezar primero por mejorar la productividad, la competitividad y la calidad de lo que hacemos. De lo contrario cualquier aumento en los costos será inflacionario.

Si queremos cosechar y comer manzanas, primero tenemos que sembrar la semilla, cuidarla, regarla y cuando brote la planta, abonarla, podarla, cuidarla y regarla. Al cabo de varios años de trabajo y de cuidados intensos, disfrutaremos de hermosas y sabrosas manzanas. Tendremos tantas que podremos vender una parte de la cosecha y tener un ingreso extra que mucho ayudará a nuestra economía familiar.

No podemos comer manzanas propias primero y sembrarlas  después. La vida, la naturaleza y la economía tienen un sentido común y un proceso lógico que no acepta ocurrencias y menos disparates cargados de demagogia.

Los habitantes de los países que  ahora disfrutan de semanas laborales de 40 horas ó incluso de 36 horas a la semana, antes debieron de trabajar 60 ó 72 horas semanales para adquirir la riqueza, conocimientos, preparación y tecnología que ahora les permiten vivir con mayores comodidades y más tiempo para el esparcimiento.

Si queremos aspirar a estar así, es factible lograrlo. Pero empecemos siempre por el principio. ¡ No por el final !. Es como si el padre de familia de un infante que va a entrar apenas a la primaria quiere inscribirlo a 6º año, luego a 5º , luego a 4º hasta llegar a 1º.

Así no son las cosas.

La flojera, la apatía, la ignorancia ó el desinterés, junto con la falta de oportunidades, no nos llevarán al éxito. El camino seguro para lograrlo es el trabajo intenso, el ahorro y la preparación constante, junto con la motivación.

No les parece a Ustedes?.

Muchas gracias y buen fin de semana.

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