La violencia y las dificultades que enfrentan durante el proceso migratorio tienen un gran impacto en la salud mental de los migrantes. Ansiedad, estrés agudo, depresión y trastorno de estrés postraumático son las principales situaciones tratadas por los equipos de MSF en las 69 consultas individuales de salud mental realizadas durante estas últimas caravanas.
Daniel Bruce, jefe de la base de MSF en Tapachula, recuerda una situación vivida en Huixtla el pasado 8 de noviembre cuando vio a un hombre correr y tirarse en un rincón, cubrirse con algo de ropa y llorar desconsoladamente. "Le pregunté si estaba bien y él simplemente me abrazó y lloró. El equipo supo atenderlo, contenerlo y darle herramientas para afrontar lo que estaba pasando". Bruce añade que también ayudaron a una persona que había sido secuestrada. "Le habían quemado las manos y torturado durante su cautiverio".
"Somos testigos cada día del sufrimiento y la invisibilidad de la población migrante y el impacto en su salud física y mental. Desde MSF insistimos en la necesidad de abordar las consecuencias de la violencia, proporcionar rutas migratorias seguras y reforzar los servicios básicos disponibles para las personas en movimiento, incluida la atención sanitaria y espacios donde puedan descansar dignamente", subraya el coordinador de proyectos en Tapachula, Daniel Bruce.
Ariel, un joven venezolano, viajaba en un grupo de 11 personas, en su mayoría familiares. "En Tapachula la situación económica no es favorable para los migrantes, un dulce te cuesta lo mismo que un almuerzo y eso no tiene sentido; Los alquileres o las estancias en hoteles son demasiado caros y no tenemos apoyo. No podemos tomar autobús, no hay rutas seguras, tampoco nos dejan pasar. La única opción es salir en caravana", dice mientras espera ser atendida en una clínica móvil en Sayula de Alemán.
"Me siento una persona indigente. Nadie te recibe con los brazos abiertos", dice Ariel entre lágrimas.
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