Francisco Ovidio Quintanilla, dejó Honduras para buscar empleo debido a que la situación socioeconómica de su país cada vez es más difícil, lleva 10 días varado en Coatzacoalcos durmiendo en la calle, soportando las inclemencias del tiempo esperando la llegada del tren para emprender el viaje.
“Es correcto estamos durmiendo en la cera, bajo la intemperie del frío, exponiéndonos a cualquier peligro, tratamos de ir soportando esta situación que estamos pasando... En la Casa del Migrante no hay acceso pero sí nos brindan comida, hacemos una fila y nos dan alimento y lo que me gusta es que tratan a las personas del sexo femenino en primera fila, nos tratan bien, a niños y mujeres”, dijo.
Es en Guatemala y México donde ha sufrido mayor abuso; en estos países lo despojaron de su dinero y de sus pertenencias.
"La policía de Guatemala nos quita nuestro dinero, y la policía de México no son todos pero la mayoría nos deja sin un peso para comer, arriesgamos nuestra vida cuando nos tiramos por los cerros y espineros rodeando los retenes, aunque también hay retenes donde nos apoyan con agua y comida", comentó.
A sus 55 años es la primera vez que emprende la búsqueda del sueño americano.
NO HAY OPORTUNIDAD PARA ESTUDIAR; SI NO TRABAJAN SE MUEREN DE HAMBRE
A sus 16 años Jimmy Reyes López salió de su hogar lleno de coraje y sentimientos encontrados.
Desde hace mes y medio partió de honduras dejando a su madre enferma y a sus dos hermanitos, con la única razón de hacer dinero para darles una mejor vida.
Se dedicaba a la agricultura cosechando café pero la paga era mínima y no les alcanzaba para comer.
"Allá la situación es difícil porque si uno no trabaja no hay para comer, hay temporadas dónde no hay trabajo ni dinero. Todos desde los más pequeños hasta los más grandes tenemos que 'chambear'", expresó.
Jimmy es el tercero de los cinco hijos que tuvo su madre, los dos primeros se independizaron y él es quien debe hacerse cargo de los gastos del hogar, por ello decidió arriesgar su vida para darle oportunidad de estudio a sus hermanos y atención médica a su mamá.
"Si me dio miedo salir, pero en el camino agarré valor y yo se que Dios me trae. Seguimos esperando el ferrocarril, nos exponemos a que nos roben, no podemos dormir porque estamos esperando el ferrocarril, y permanecemos abajo de este puente", detalló.
La pandemia del Covid-19 los limita a recibir apoyo de las personas, pues por temor a ser contagiados prefieren no acercarse a ellos.
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