“La muerte no me va agarrar acostada” fue lo primero que pasó por la mente de Elena Torres Patraca cuando le detectaron cáncer de mama a la edad de 40 años, por lo que nunca dejó de trabajar.
Se desempeñaba como enfermera en una clínica privada en el municipio de Acayucan al sur de Veracruz, cuando en 1996 detectó un quiste en una de sus axilas, pero no le tomó importancia, sin embargo, el tumor creció hasta alcanzar el tamaño de un “huevo”.
Aunque aparentemente llevaba una buena condición de vida, Elena no sintió dolor, ni malestares, lo que le permitió seguir con sus actividades, des salir a correr, hasta acudir al gimnasio.
“Mis compañeras se reían cuando yo les decía, que la muerte no me iba agarrar acostada, yo voy a trabajar, voy a vivir y gracias a dios aquí estoy, todo el proceso me la pasé trabajando. Me salió un quiste en la axila, no le hice caso, comenzó a crecer y le dije al doctor, me comentó que lo tenían que operar, no sentía dolor, no sentía nada, yo corría todos los días, iba al gimnasio, llevaba mi vida normal, pero cuando vi que ya estaba muy grande, me operaron y ya tenía el tamaño de un huevo, fue cuando me detectaron el cáncer”, narró.
Para Elena, la palabra cáncer no fue sinónimo de muerte, pues tenía que luchar para sacar adelante a sus hijos de apenas 15 y 17 años de edad, toda vez que ya no contaba con el respaldo de su entonces esposo.
“Cuando me dijeron que era cáncer, no lloré, no hice nada, me puse a pensar que tenía que seguir adelante, tenía que vivir porque mis hijos me necesitaban, mi motor eran mis hijos, porque con mi esposo, ya estaba casi separada, tengo dos hijos, en ese entonces el mayor tenía 17 y el más chico tenía 15”, comentó.
Pese a que el panorama era poco alentador, Elena nunca perdió la fe y se sumó a las oraciones que hacían por ella, encomendó su vida en el creador, pues sólo un milagro podría salvarla.
“Más que nada, hay que tener mucha fe en dios, porque la oración es lo que más ayuda en estos casos, tuve apoyo de muchas amistades, de mi familia muy poco, porque vivía muy lejos, pero tuve muchas amistades que me apoyaron con oraciones”, expresó.
Los médicos tuvieron que extirpar el cáncer arrancándole uno de los senos, toda vez que el tumor se encontraba muy cercano al pulmón y el corazón.
“El doctor me dijo que tenía que operar y quitar el seno, porque estaba en una parte muy cerca del pulmón, como del corazón, entonces tenía que quitarlo, tenía que ir a las quimio. Me decían que las quimio eran muy feas, porque la quimio mataba”, dijo.
Elena sentía pena al verse al espejo y notar que le hacía falta uno de sus senos, pero recordó que dios le dio una oportunidad de vida, arrancando el mal que la invadía.
“En un momento me daba como algo de pena, quitarme el brasier y verme al espejo, pero de ahí digo, no señor, tu me dejaste vivir, por alguna razón será, me quitaste lo que ya no servía”, recordó.
Las ganas de vivir de Elena eran tan grandes, que hacía todo lo que le dijeran, desde tomar menjunjes, remedios y hasta comer víboras, con tal de recuperarse y velar por sus hijos.
“Me decían que con tés, que con la víbora de cascabel, me lo regalaban y no lo despreciaba, me comí quien sabe cuántas víboras, por eso soy bien víbora. Pero no hay como la medicina, porque para eso estudian los doctores”, comentó.
Elena viajó por más de un año, todos los fines de semana desde Acayucan, hasta Orizaba en donde recibía las quimioterapias, las cuales le provocaron la caída del cabello y aumento de peso.
A pesar de su condición, siguió presentándose a su trabajo, sin temor al que dirán, ni mucho menos a los cuestionamiento, ya que sirvió de ejemplo para muchas que en su momento pasaron por una depresión.
“Fue muy fuerte, la quimioterapia no me tumbaba, el vomito era muy fuerte, me la ponían el viernes y viajaba de Acayucan a Orizaba y el lunes me presentaba a trabajar como cucarachita fumigada, pero no dejé de trabajar”, sostuvo.
Actualmente a sus 67 años de edad, recuerda que al concluir las quimioterapias, los doctores le dijeron que se mantendría bajo observación después de un año, pero lamentablemente los trámites burocráticos del IMSS y la falta de personal médico la limitaron a continuar con sus revisiones, por lo que al final decidido romper su expediente y continuar con su vida.
“La última vez que tuve cita, me dijo el doctor que debería acudir hasta después de un año, si usted tiene problemas antes vaya con su médico para que la pasen a especialidades, nunca tuve problemas, voy a la clínica, saco la cita, llegué tarde y ya no me pasaron, me dieron cita a la siguiente semana, llegué la siguiente semana y la doctora tenía mucho trabajo y no me atendió, me dieron otra cita en la siguiente semana y llegué otra vez y no me atendieron, en ese momento dije, señor, yo sé que no tengo nada, agarré mi expediente y lo rompí, hasta ahí llegué al seguro social”, dijo.
Cuando apenas tenía 39 años de edad, Karina del Rosario Robles Hernández detectó una bolita en su seno derecho, gracias a su auscultación personal que se realiza de manera mensual.
Posteriormente acudió con su ginecólogo pensando que sería un quiste o algo no tan grave, pero lamentablemente estaba en un error, toda vez que tuvo que ser intervenida para la toma de muestra que más adelante le confirmó que se trataba de un cáncer en la mama.
“Me detecté una bolita en el seno derecho, gracias a mi auscultación personal mensual; de inmediato acudí al ginecólogo pensando que podría ser un quiste o algo no tan grave. Fue un error, debí acudir al Oncólogo de inmediato para no perder tiempo”, expuso.
Tras una primera prueba, el estudio no arrojó los resultados, por lo que tuvieron que tomar una muestra del tumor y analizarlo, para confirmar lo que el médico ya sospechaba.
Después de un primer diagnóstico con un ginecólogo particular, donde una mastografía no arrojó el resultado, me indicó que había que operarme y acudiera a mi servicio médico social. Y así lo hice. Efectivamente me operaron y mandaron mi "quiste" a patología, resultado, cáncer de mama” comentó.
Al escuchar la noticia, Karina temía perder su seno, pero sus ganas de vivir, le dieron el valor y las fuerzas de superar este trago amargo, que un futuro se trataría de una pesadilla.
“La noticia me dejó sin palabras, jamás imaginé que la vida me pondría en esa situación. Por mi mente pasó el terror de una mutilación. No tuve miedo a morir. Yo sabía que no me iba a dejar morir, pero el miedo a una mastectomía radical era innegable. Me iban a mutilar y es lo único que pasaba por mi cabeza”, mencionó.
En su momento Karina pensó en tirar la toalla, lloró, se deprimió y culpó a la vida por lo que le estaba pasando, pero nada de eso la ayudará a salir de ese bache que solo le provocaba un mayor desgaste.
Por lo que se armó de valor, tomos sus cosas, acudió a un hospital y comenzó con los trámites para arrancar lo más pronto posible.
“Después del primer diagnóstico devastador, fui a casa a pensar, a llorar, a cuestionar y por último a decidir qué hacer. Al siguiente día puse manos a la obra, empecé los trámites pertinentes para realizar el proceso por mi servicio médico laboral. Acto seguido, me enfilé a ver al Oncólogo, necesitaba la confirmación del diagnóstico la cual volví a escuchar”, mencionó.
Pero Karina nunca estuvo sola, pese a su corta edad y ser una mujer independiente, siempre tuvo el apoyo y respaldo de su familia, en especial de su madre, que la tomó de la mano para caminar juntas durante el proceso.
“Gracias a Dios y a ese médico cambié el chip y supe que, en mi caso, no habría mastectomía radical sino una tumorectomia. Era lo unico que necesitaba escuchar. Me dispuse a vivir mi procedimiento, con el acompañamiento y apoyo total de mi madre, así como de gente muy amada que nunca me dejaron de apoyar”, expresó.
Una vez iniciado el proceso, fue operada para extirparle el seno, posteriormente recibió seis ciclos de quimioterapias y 35 radioterapias por un periodo de ocho meses.
Durante ese tiempo, Karina sufrió la caída del cabello, cansancio, pérdida del apetito por la falta de sabor en los alimentos, pero nunca las ganas de acabar con ese mal que amenazaba su cuerpo.
“Me sometí a una cirugía para retirar el tumor, 6 ciclos de quimioterapia y 35 sesiones de radioterapia. Un tratamiento de 8 meses en donde viví la caida del pelo, los días sin sabor en la comida, algunos momentos de cansancio, pero nada que pudiera destruir mi cuerpo y, muchos menos, mi actitud”, recordó.
Aunque la caída de cabello era evidente, nunca se decidió a usar un turbante, pues dijo que no sentiría ni temor, ni vergüenza por ella misma, por lo que decidió comprarse pelucas y cambiar su apariencia, dándole un mejor sentido a la vida.
“Nunca usé un turbante en la cabeza porque estaba decidida a no sentirme como una enferma, en cambio me compré unas pelucas espectaculares y traje el cabello más largo que jamás lo he tenido. Lucí sombreros y gorros divinos y elegantes. Me maquillé y me monté en tacones, me dediqué a meditar, a estudiar otro idioma y a asegurarle a mi cuerpo que solo estábamos liberándolo de lo que no le servía. Y era literal, tanto física como emocionalmente”, sostuvo.
Actualmente continúa con las revisiones médicas, no baja la guardia, ni mucho menos pierde la esperanza que la ciencia, en su momento pueda encontrar la cura del cáncer que ha cobrado la vida de tantas mujeres.
“Después de 5 años de revisiones, primero semestrales y después anuales, escuché de boca de mi Oncólogo: se acabó, ya no es necesario que vengas, a menos que así lo quieras. Habíamos logrado el objetivo.
Cierro diciendo que el haberlo detectado de manera temprana fue crucial y que una actitud positiva tuvo todo que ver para ser felizmente una sobreviviente del cáncer de mama”, sostuvo.
Este 19 de octubre se conmemora el Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama, por lo que los médicos llaman a las mujeres a la autoexploración para la detección oportuna de la enfermedad.
El Director de Salud Publica Municipal Javier Reyes Muñoz, informó que actualmente en México, el cáncer de mama es un importante problema de salud ya que con el tiempo, el número de casos se ha incrementado y cada vez es más frecuente en la mujer mexicana, de manera que cada dos horas, una mujer mexicana muere a causa de esta enfermedad.
De acuerdo con las estadísticas arrojadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima que, cada año en las Américas, más de 462 mil mujeres son diagnosticadas con cáncer de mama, y casi 100 mil mueren a causa de esta enfermedad.
En América Latina y el Caribe, el mayor porcentaje de fallecimientos ocurre en mujeres menores de 65 años, 56 por ciento, en comparación con los Estados Unidos y Canadá, 37 por ciento.
En México, el cáncer de mama (CaMa) es la primera causa de muerte por cáncer en mujeres de 25 años y más.
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