A través de los años, todos generamos ciertos hábitos, costumbres, o patrones, en donde nos sentimos seguros. Salir de ahí genera ansiedad y cierto miedo, pues preferimos nuestra zona de confort, la que nos resguarda de salir heridos.
Ya sea una relación de pareja, en un trabajo, o en cualquier otro escenario que nos brinde seguridad. A veces nos salimos para probar o porque nos incitan, pero regresamos de inmediato, ahí estamos a salvo, entre la rutina y el piloto automático, y la vida pasa, aunque no seamos felices en esa relación o en esa oficina que por años ha absorbido la vida y destila insatisfacción.
Sin embargo, abrir la puerta, asomarte, y poco a poco salir de esa zona, será puede ser un antídoto para ayudar a mejorar tu salud emocional.
Expandirás tus límites. Más allá de lo conocido, quizás tropieces, pero los beneficios serán mayores. Enfrentarte a situaciones nuevas, que te desafíen física y mentalmente, conocer personas, potenciar habilidades que ni sospechabas tener.
Manejarás con armonía tus problemas, pues hallarás entornos cambiantes que te pondrán a prueba para que aflore tu resiliencia y fortalezas.
Serás más feliz. Completo, con ganas de quitar obstáculos, crecer en varias esferas de tu vida. Al principio será atemorizante, sobre todo si llevas años estacionado ahí, pero el primer paso es crucial para ganar terreno. No lo hagas de golpe y sin paracaídas, sino dosificadamente, pequeños cambios como ir buscando opciones de trabajo, introducir cambios en la dinámica de la familia o incluir un hábito muy saludable a tu vida: correr, yoga, dejar de fumar, decirle “no” a esa persona que sabes que te daña.
Sal ahora, disfruta el camino, sorpréndete de lo interesante y plena que puede ser tu vida.
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