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Los hijos del divorcio

En un divorcio los hijos son los que se llevan la peor parte

Los hijos del divorcio

Sin duda, tras un divorcio, máxime si es violento, los hijos cuando los hay, son quienes llevan la peor parte.  Generalmente, no existe consenso entre los padres, quienes entre señalamientos se disputan la custodia y pensiones; entre dimes y diretes, estira y afloja, negociaciones, convenios, y discordias, a veces sin solución.  Y en ocasiones no importan tanto los niños, sino el afán de victoria, de ego resentido.

Muchas separaciones detonan una batalla, aunque hay excepciones en las que se logra un mutuo acuerdo.

El Síndrome de Salomón justo hace referencia a esos pequeños que a la postre se "parten en dos", cada padre con un "pedazo" de hijo; dos casas, dos rutinas, dos mundos, dos afectos que en lo sucesivo cada quien querrá demostrar es mejor.

El concepto bíblico surge a partir de que el rey Salomón debe solucionar una pelea entre dos mujeres que dicen ser la verdadera madre de un niño. El monarca establece que el pequeño se divida en dos, y es así como aparece la genuina mamá. Pero más allá de esta controversia, la pregunta es ¿qué hacer, cómo resguardar las emociones de los hijos: miedo, tristeza, angustia?

  • Ambos padres deberán razonar, ampliar su percepción, no ser egoístas y analizar el efecto colateral. En su defecto, acudir con un especialista en parejas para que les ofrezca pautas.
  • Ayudarles a los pequeñitos a manejar sus emociones, explicarles con peras y manzanas lo sucedido, sin señalar o condenar al otro. Decirles que es entendible que todos nos sintamos tristes o confundidos, es un cambio de vida y con el tiempo podremos acomodar mejor todo lo sucedido.  
  • Creen nuevas actividades y rituales que les haga sentir que están bien aunque no están presente todos los que conformaron la familia. 
  • Recuerden que aunque no sean pareja seguirán siendo padres. Mantengan abierto el diálogo, y trátense con cordialidad y respeto. 
  • Jamás responsabilicen a sus hijos por lo ocurrido. Denle la seguridad de que fue una decisión de dos adultos y no consecuencia de algo que ellos hicieron. 
No olviden que uno y otra se amaron, decidieron unir sus vidas, tuvieron buenos momentos... aunque no hubo un final feliz. Honren a esto que lo que los unió y a esa descendencia que trajeron al mundo.