¿Qué tendrán los hombres y las mujeres casadas que atraen a muchos a entrar en amoríos, amasiatos, relaciones complicadas y peligrosas?
Quizás la adrenalina que destila lo prohibido, así como un deporte de alto riesgo; un reto en sí mismo. Y es bajo este contexto en que surge el Síndrome de Fortunata; ellos y ellas en busca del tabú, de lo ilícito, porque una mujer o un hombre comprometido no significan ataduras, ni obligaciones.
El nombre de este fenómeno proviene de “Fortunata y Jacinta”, excepcional novela de Benito Pérez Galdós, en donde suceden las aventuras románticas de 3 personas: Juanito Santa Cruz, su esposa Jacinta y su amante Fortunata. Un contexto peligroso y tóxico, más de relaciones obsesivas y dependencia. Justo de lo que padecen cuando él o ella cuando deciden cruzar la línea de idealizar el vínculo infiel.
Ellos y ellas están convencidos de que hay amor verdadero dentro de esta clandestinidad, incluso dejar todo atrás por estar con el otro u otra. Surgen creencias, fantasías de amor más allá de la muerte y de que ambos, pese a las circunstancias, están destinados para sí. Aunque también surgen sentimientos de culpa por los terceros involucrados.
Mujeres y hombres involucrados con parejas comprometidas, lo hacen por muchas otras razones. Son bastantes quienes se sienten mucho más atractivos, interesantes por la circunstancia de atraer a un casado (a), ya ocupado y con el poder de enganchar su atención. Un juego de poder, de roles, de competencia… Y, al final del día, revela salir de la rutina y generar emociones intensas.
Sin duda, en el amor nada está escrito, pero sí se subraya el daño que puede causar a las dos personas en esa relación y en terceros.
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